Letras puras. Así se denominaba en mi época una de las opciones de estudio en el que se dejaban a un lado las ciencias, para sumergirse en las letras, con asignaturas entre las que se encontraban el latín y el griego. Optar por ciencias o letras cuando aún no sabíamos que queríamos ser “de mayores” no era una decisión ni fácil, ni baladí, porque ya era una forma de decantar la balanza hacia un lado, dejando el 50% de las opciones o más, al margen. Hacerlo por letras puras era una auténtica declaración de intenciones. Una osadía que para muchos era la opción de los vagos en el mejor de los casos, y de los tontos e inútiles, en el peor.
La elección traía consigo una consecuencia inmediata, optar por letras era sinónimo de aceptar que la buena ortografía era condición “sine qua non” (expresión que los que aprendimos latín sabemos que significa “sin la cual no”), se nos permitía aprobar. Las faltas de ortografía eran la bestia parda a la que había que combatir, estudiando ortografía y leyendo cuanto más mejor, para fijar las normas.
Unos cuantos años después y trillones y trillones de inadmisibles faltas de ortografía que hacen que nos sangren los ojos, educación ha decidido penalizarlas a los alumnos que hacen el examen de acceso a la universidad, entendiendo que llegar hasta ahí, sin un buen dominio del lenguaje y de la ortografía, no es de recibo.
Transigimos con esa forma de comunicarse de los más jóvenes a través de las redes sociales, corta y que no se ajusta ni por asomo, al mínimo decoro gramatical y ortográfico
Personalmente, aplaudo la iniciativa hasta el desmayo, porque si hay algo que debemos proteger, cuidar y difundir es el idioma. Da igual cuál sea, porque no hay mejor patrimonio que ese. Dejar y permitir que el idioma se deteriore, nos empobrece a todos.
Me consta que la apuesta ortográfica ha pillado a más de uno con el pie cambiado y que hay sorpresas inesperadas, ante un criterio que no se estaba teniendo en cuenta. Las faltas de ortografía se cuentan a puñados entre los alumnos que aspiran a las notas más altas para poder optar a la carrera de sus sueños, encomienda cada vez más complicada puesto que las notas de corte tienden al alza.
El criterio llega tarde, pero cuando menos llega y no debería ser exclusivo del examen de la PAU, bien al contrario, debería exigirse en todos los ciclos formativos.
Hemos dejado pasar sin penalización demasiadas faltas ortográficas. Transigimos con esa forma de comunicarse de los más jóvenes a través de las redes sociales, corta y que no se ajusta ni por asomo, al mínimo decoro gramatical y ortográfico. Tenemos sin duda una responsabilidad para que este asunto se reconduzca y bueno es empezar por la antigua selectividad para ver si el ejemplo cala y va llegando a otros ámbitos prioritariamente educativos, pero también sociales y por supuesto familiares.
El problema no son sólo las faltas. El problema también es que eso está relacionado con la falta de lectura y por supuesto con la comprensión lectora. Todo esto no ayuda a algo tan importante como es la capacidad de expresarse correctamente
Ninguna duda de que habrá quien considere que impedir que un alumno/a, pueda optar a la carrera que desea por culpa de las faltas ortográficas, no es justo. ¿No lo es?
Tal vez la reflexión tenga que ser otra, y debe ir en la línea de cuál es el motivo por el que hasta ahora se ha sido especialmente permisivo con esta cuestión, y a qué nos ha abocado.
El problema no son sólo las faltas. El problema también es que eso está relacionado con la falta de lectura y por supuesto con la comprensión lectora. Todo esto no ayuda a algo tan importante como es la capacidad de expresarse correctamente, tanto por escrito como verbalmente.
Vivimos en una sociedad en la que las destrezas en materia de comunicación son cada vez más valoradas. No se concibe o no debiera hacerse, el envío de un curriculum vitae (de nuevo el latín, que se usa más de lo que algunos creen) con faltas de ortografía. En la vida profesional las faltas puntúan y en algunos casos, descuentan y descartan.
Se ha abierto un camino en el que debe continuarse y esto está al margen de que uno se decante por ciencias o letras. Los mínimos deben cubrirse para evitar más de un bochorno.
Por cierto, y visto con perspectiva, elegir letras puras fue un gran acierto.