El jueves pasado conocíamos una de esas noticias que remueven la política estatal hasta el punto de alterar de una forma definitiva el statu quo existente.
Se conocía la existencia de unos audios, parte de un informe que la UCO había remitido al juez en el que el secretario de organización del PSOE, Santos Cerdán, formaba parte activa de esa camarilla corrupta que componían hasta entonces José Luis Ábalos, predecesor de Santos Cerdán, y el Rasputín Koldo.
La noticia hizo saltar por los aires todas las agendas. Ni las agendas locales aguantaron el arreón, de hecho, no lo hizo la agenda internacional a pesar de un ataque militar de Israel a Irán que nada bueno presagia para la paz mundial.
Sánchez se vio obligado a comparecer, pedir disculpas y dejar en prensa y ciudadanía la sensación de que la estocada era mortal, a pesar de sus ya reiterados anuncios de que su intención es acabar la legislatura.
Sánchez, el jueves, perdió el control del relato, no fue capaz de dar el giro de timón habitual para recuperar la iniciativa y todo apunta a que ha perdido la mayoría parlamentaria que le aupó a la Moncloa.
Pero vengamos a lo más cercano. La pregunta es oportuna, ¿cómo afectará el raro ambiente de Madrid a la política vasca?
Pues todo dependerá de lo que pase con el gobierno, de si aguanta el tirón o no y si lo hace todo el verano o cae con rapidez.
Vamos a suponer que Sánchez aguante (es mucho suponer). Consecuencias para el Gobierno vasco pocas. El Gobierno vasco ha sabido distanciarse del ruido y si bien es cierto que en ocasiones las riñas internas se hacen públicas y que parece que en ello colaboran abiertamente los socialistas vascos, la imagen de estabilidad es mucho mayor y no parece que se vaya a romper porque los hermanos mayores de los socialistas vasco estén impregnados de corrupción.
El sistema vasco ha entrado en una fase de estabilidad con las posiciones de los partidos más estables y con las tres primeras plazas repartidas para los mismos y a distancia del resto
La gobernabilidad autonómica está garantizada por lo menos hasta las elecciones forales y municipales, pero ese es el gran momento que va a atravesar la política vasca en los próximos años.
A pesar de que el PSE ha separado su imagen de la del PSOE, las consecuencias electorales se van a notar y mucho. Los socialistas vascos tuvieron un resultado nada negativo en las últimas elecciones forales y municipales de 2023 (muy al contrario que sus hermanos españoles) consiguieron gobernar en una de las tres capitales y recuperaron influencia gracias a la debilidad electoral del PNV y el empuje de EH Bildu. De hecho, la culminación de ese crecimiento de influencia en la entente PNV-PSE se consagró en las elecciones autonómicas.
Ahora, las cosas no pintan bien para los socialistas, sobre todo por dos razones:
La primera, esa tendencia extraña de que, en Euskadi, entre las fuerzas de ámbito estatal, la pole position es para quien la ostenta también en España. Puntualicemos esta tendencia. Con el fin del conflicto armado y tras el gobierno de Rajoy, esa máxima de primero en España, primero en Euskadi se ha roto.
El sistema vasco ha entrado en una fase de estabilidad con las posiciones de los partidos más estables y con las tres primeras plazas repartidas para los mismos y a distancia del resto.
Imaginar que, en la Euskadi de hoy, el PP adelanta al PSE, es casi una novela fantástica.
El PP se ve en Euskadi como un partido excesivamente radical, dependiente del mensaje y discurso de la ultraderecha y perdiendo votos importantes en el centro del espectro ideológico. Tiene dos años para darle la vuelta, pero no son suficientes y menos si Sánchez aguanta en el Gobierno. Sin embargo, que el PP no sea capaz de dar el sorpasso al PSOE, no quiere decir que los socialistas no vayan a sufrir.
El PSE podría perder ese poder institucional ganado en 2023. Por ejemplo, la victoria en Vitoria se debió fundamentalmente al arrastre de Sánchez en ciertos electorados y como reacción al miedo de “viene la ultraderecha”. Ese miedo ya no existe y Sánchez no es que haya pedido fuerza, es que está a la deriva.
Pero si el PP no va a sacar partido de la previsible caída del PSE, ¿quién lo hará?
Pues sí, los que el PP llama socios vascos de Sánchez, PNV y EH Bildu. ¿Les va a salpicar la corrupción? Pues no tiene pinta. Ambos partidos han sabido aprovechar el marco de “vasco bueno, español malo” y ahora se presentan (como siempre) como la honestidad política personificada.
Los cambios de votantes socialistas hacia EH Bildu son más complicados y complejos, los hay y cada vez más, pero sigue habiendo un rechazo muy fuerte de los votantes socialistas de mayor edad a los de Arnaldo Otegi
El PNV se ha renovado y parece haber terminado con la carga pesada del caso De Miguel. A EH Bildu nunca le ha pesado la corrupción. Por tanto, parece que los principales beneficiados de esta crisis socialista serán los nacionalistas de uno y otro partido.
¿Habrá realmente trasvase de votos hacia estos partidos? Entre PNV y PSE ya hay líneas comunicantes en sus electorados. Ambos son electorados que ocupan espacios centrales de los espectros identitario e ideológico.
Los cambios de votantes socialistas hacia EH Bildu son más complicados y complejos, los hay y cada vez más, pero sigue habiendo un rechazo muy fuerte de los votantes socialistas de mayor edad a los de Arnaldo Otegi.
En cualquier caso y si nadie pone remedio, que parece que nadie lo puede hacer, es muy posible que las próximas elecciones municipales y forales sean el primer paso de nuevo bipartidismo vasco, con dos fuerzas (PNV y EH Bildu) capaces de capitalizar una parte importante del electorado y mayor poder institucional.