Los astros se han alineado de manera clarísima para cualquier adivino: el PP debería estar gobernando ya en España. Lo debería haber hecho desde junio de 2023, cuando obtuvo dieciséis escaños más (137) que el siguiente (121), que es el que está gobernando. Desde ese momento los hechos políticos no han hecho, sino invitar al partido mayoritario a desbancar al PSOE del ejecutivo.

Un breve repaso nos pone enseguida esta realidad política ante los ojos: seis meses después de las elecciones se rompía Sumar, el otro partido de la coalición de gobierno, Podemos pasaba a una oposición a media jornada y desde entonces ambos partidos se desangran en las encuestas. Flanco izquierdo desactivado prácticamente.

Elección tras elección, los cuates de Sánchez han ido cayendo en Europa, donde las elecciones del año pasado dejaron muy debilitada su posición con un magro 15,5% (las ultraderechas obtuvieron un 25%). Portugal y Alemania han sido especialmente significativas porque el gobierno ha pasado a los partidos afines al PP, pero, de nuevo, con un importante empuje de la extrema derecha.

El escenario internacional, uno de los preferidos de Sánchez, queda también bastante desactivado para él

Todo ello se remató en noviembre del mismo año con una arrolladora victoria de Donald Trump en Estados Unidos en todos los frentes, incluido el judicial que ya había dejado bien orientado en su anterior mandato. Con ello, el escenario internacional, uno de los preferidos de Sánchez, quedaba también bastante desactivado para él.

Un apagón, o trenes que no sabes si saldrán y si salen si llegarán, puede entenderse que le pasa a cualquiera. Lo que ya es más irritante es enterarse de que al frente de Adif estaba, parece ser, una de las patas del trío calavera que ha asestado el golpe definitivo al ejecutivo progresista.

En febrero de 2024 el que perdía a un diputado era el PSOE porque no tenía más remedio que apartar al ex-ministro Ábalos por sospechas muy fundadas de corrupción. Un trabajo judicial discreto, como debería ser siempre (Peinado, tome nota), destapa un año después un marrón, en el que estamos, de envergadura aún por determinar. En cualquier caso, debería ser definitivo e implicar el final de este gobierno.

El PP tiene un grave problema de socialización política: a estas alturas solamente es capaz de conversar con la extrema derecha

Pero no está siendo así y, dependiendo de lo que vaya saliendo de la actuación judicial, puede que no lo sea en unos cuantos meses. No lo es por empecinamiento de Pedro Sánchez, sin duda alguna, pues de él y solo de él depende dejar paso a otra persona al frente del gobierno o, dada la debilidad de este, disolver las Cortes. Pero tampoco lo es porque el PP tiene un grave problema de socialización política: a estas alturas solamente es capaz de conversar con la extrema derecha.

Con Vox mantiene varios gobiernos regionales cediendo a las demandas de los extremistas sin ningún pudor. Lo que acaba de hacer en Murcia y la forma de anunciarlo no es la mejor tarjeta de visita para atraer a otras derechas y centros del país.

Ni siquiera Coalición Canaria quiere estar comprometida en esa radicalización derechista con el PP. Significativamente, antes de mandar a Tellado a buscar apoyos para una moción de censura, Núñez Feijóo se reunió en el Congreso con Abascal, y solo con él.

No es mala opción para el PP esperar, porque el tiempo es dudoso, pero sí es malísima opción para España, que debería poder tener un recambio, un plan B, creíble y con garantías democráticas

Hacerle a Tellado el encargo de buscar cuatro votos tampoco parece la mejor de las ideas, si es que el propósito es impulsar una moción de censura, cosa que, a estas alturas, no parece ya ni siquiera un deseo del PP. No es mala opción para el partido esperar, porque el tiempo es dudoso, que traiga nada bueno para el PSOE, pero sí es malísima opción para España, que debería poder tener un recambio, un plan B, creíble y con garantías democráticas.

En el PP se ha impuesto claramente el argumentario M30: radicalización del discurso, acercamiento a Vox y confianza en que unas elecciones deparen a ambos partidos al menos 176 escaños. Podría ser y ahí coinciden casi todas las encuestadoras.

La cuestión es, sin embargo, que el PP está cegando cualquier posibilidad alternativa a un gobierno con la extrema derecha. El numerito de Díaz Ayuso en la Conferencia de Presidentes no tenía otro objeto (por eso no le molestó ni el gallego de Alfonso Rueda ni el catalán de Marga Prohens).

A la larga puede que este hecho marque, de nuevo, la diferencia entre una izquierda que es capaz de socializar políticamente con todos menos Vox y una derecha que solamente lo hace con ese mismo partido. La ponencia política que ha liderado el “moderado” Moreno Bonilla apunta también en dicho sentido. El PP se está encerrando con un solo juguete.