Todos vivimos bajo el mismo cielo, pero no todos tenemos el mismo horizonte. El político y analista alemán Konrad Adenauer, uno de los fundadores de la UE, se refería con esta frase a los distintos intereses que cada uno de los países que conforman la Unión se planteaba a la hora de crear esa nueva Europa y el distinto horizonte que cada cual tenía frente a sí.
Estos días he recordado esta frase cada vez que he escuchado hablar al presidente español y al líder de la oposición. Comparten cielo, pero el horizonte difiere bastante. El de uno, el del presidente, pende de un hilo que se romperá, o no, en función de lo que los sucesivos informes policiales digan sobre la corrupción de miembros de su partido, o ex miembros. Por cierto, fue muy sorprendente escuchar decir a María Jesús Montero que Santos Cerdán no tenía nada que ver con el PSOE. Claro, no lo tenía desde el día anterior, pero sí cuando presuntamente se lucró con suculentas mordidas. A veces quienes ejercen la política nos toman por tontos sin darse cuenta, al parecer, que hacer sentir tonto a alguien es una forma de perder su confianza.
Por otra parte, está el del líder de la oposición que depende, no solo de que se rompa el hilo de Sánchez sino de que una formación ultraderechista se avenga a apoyarlo una vez que haya logrado que la actual derecha vire aún más hacia esa posición.
Pedro Sánchez tiene ante sí un horizonte vinculado a que la corrupción no escale posiciones dentro de su partido
Esto que parece un lío es bien sencillo. Pedro Sánchez tiene ante sí un horizonte vinculado a que la corrupción no escale posiciones dentro de su partido y Alberto Feijóo lo tiene unido a una formación que pretende acabar con muchos de los avances logrados en estos años y que puede convertirnos en otro de esos países europeos que engrosan la lista de gobiernos liderados por ultras.
No me gusta ni lo uno ni lo otro. El horizonte político ha de estar vinculado única y exclusivamente a la mejora de la calidad de vida de las personas y lo demás es un ruido que nos despista del objetivo. En cuanto ese ruido comienza a sonar, hay que cortarlo de raíz y sacar de gobiernos e instituciones a quienes lo provocan.
Lo contrario, defender con el corazón y dejar que el ruido se apague solo, es consentir. Intentar ver el horizonte de Sánchez pasa por saber si fue de esos, de los que miran hacia otro lado aún cuando las sospechas se generalizan. Mal si sabía lo que sus más estrechos colaboradores tramaban y trincaban. Mal si compartiendo horas y horas de trabajo, de viajes y de convivencia no supo verlo. Y mal también si uno de tus más estrechos colaboradores, Francisco Salazar, tiene que dimitir nada más ser nombrado tras las acusaciones, al parecer vox populi en el partido, de acoso por parte de un grupo de mujeres. Por acción o por omisión hay cosas que te inhabilitan para gobernar.
Más de siete millones de personas llegadas a España desde otros países están en riesgo de ser expulsados ante la amenaza de un supuesto gran reemplazo
Pero la convocatoria electoral antes del 2027, horizonte al que aspira el líder de la oposición, tampoco es demasiado halagüeña para la ciudadanía. Feijóo nos dejó claro el pasado fin de semana que no tiene líneas rojas ni está dispuesto a establecer cordones sanitarios en torno a la tercera fuerza política del país, VOX, lo que nos llevaría a que asuntos tan cruciales como por ejemplo la violencia de género pasase a ser “ideología de género” inventada por el feminismo. O que más de siete millones de personas llegadas a España desde otros países, o sus hijos, aunque hayan nacido en territorio estatal, estén en riesgo de ser expulsados ante la amenaza de un supuesto gran reemplazo inventado por mentes obtusas.
Realmente lo que me aterroriza es que el discurso de esos radicales instalados a la derecha de la derecha cale entre un grupo de población poco formado políticamente y con una visión del mundo restringida por falta de conocimiento.
Los resultados obtenidos tras las elecciones celebradas en Europa en la última década dejan un panorama alarmante: los jóvenes, especialmente ellos, de entre 16 y 26 prefieren un gobierno autoritario a uno democrático. En países como España, Francia o Polonia, la mitad de los jóvenes no cree que la democracia sea el mejor tipo de gobierno pese a que ninguno ha vivido en otro modelo que no sea precisamente el democrático. Aumentan quienes creen que la inmigración debe controlarse más, subiendo del 21 al 38% los jóvenes que lo afirman. El 20% por su parte cree que las medidas de igualdad entre hombres y mujeres han ido demasiado lejos.
Con un PSOE sacudido y a la espera de novedades que pueden no hacer más que empeorar las cosas, un PP crecido, pero escorándose hacia la injusticia social con tal de conseguir mayores cotas de poder y un VOX que ve cómo sus postulados se extienden como una mancha de aceite por toda Europa mientras la juventud compra su discurso, el horizonte no puede ser más desalentador. En pleno verano nos enfrentamos a uno mucho más negro de lo que la época del año debiera regalarnos. No lo perdamos de vista.