La industria vasca ha sido durante muchos años el emblema por excelencia de nuestra comunidad. La “niña bonita” tras la que se condensaba riesgo, arraigo, esfuerzo y conocimiento, entre otras muchas cosas, que nos han hecho alcanzar una posición empresarial traccionada por la industria, envidiable para muchos.
Decir que la industria vasca hoy ya no es lo que era, seguramente es quedarse corto. Tenemos excelentes industrias, seguimos siendo punteros en muchas materias y vivimos en muchos casos de lo que fuimos, y de la excelente marca de industria vasca que se ha ido construyendo en los diferentes mercados a lo largo de los años.
Sin embargo, y aunque hay quien no quiere verlo, el emblema está tocado y los datos lo confirman. En los últimos meses, hemos ido dando cuenta aquí de la situación que atraviesan o han atravesado compañías que brillaron con luz propia no hace demasiado tiempo, como puede ser el caso de Guardian en Llodio, BSH en Navarra o en general todas las compañías del sector del automóvil.
La realidad es que si nos preguntan por inversiones empresariales de relativo alcance que se hayan dado en los últimos meses tendríamos problemas para citar más de tres, y eso ya es un síntoma de cómo están las cosas
Los datos hablan por si solos. Hace tan sólo unos días, la patronal vasca Confebask cifraba en un 11% las empresas industriales que Euskadi ha perdido en la última década. El dato no es ni mucho menos desdeñable, de hecho es especialmente preocupante si tenemos en cuenta nuestro componente prioritariamente industrial.
Tampoco podemos presumir de haber diversificado demasiado la actividad económica en la última década por lo que la industria que nos queda sigo siendo vital en nuestro tejido productivo. Y sigue siendo precisamente la industria la que concentra los trabajos mejor remunerados y más cualificados, los que debemos cuidar especialmente.
La tendencia en todo caso es descendente y lo que en este momento desconocemos es si es reversible. La realidad es que si nos preguntan por inversiones empresariales de relativo alcance que se hayan dado en los últimos meses tendríamos problemas para citar más de tres, y eso ya es un síntoma de cómo están las cosas.
A falta de inversiones que se dejen sentir lo que nos queda es no perder más de lo que ya hemos perdido, ese 11% en los últimos 10 años. No hay duda de que en muchos sentidos estamos ante un cambio de ciclo en el que la presencia de la incertidumbre es una constante. Sin embargo, eso no puede ser la excusa para que nos quedemos paralizados entre otras cosas, porque la incertidumbre rige para todos.
Alguna vez hemos hablado desde aquí de la importancia de ser audaces y arriesgar en las apuestas que hacemos. Teniendo en cuenta que las recetas antiguas ya no son válidas para los tiempos que corren no hay otra opción que la de ser imaginativos y rápidos en la toma de decisiones.
Si no queremos que la herida que ya asoma se haga más grande y profunda hay que taponarla cuanto antes.
El mundo de la empresa es convulso y en los tiempos que corren más. Junio en Euskadi nos deja un dato especialmente malo con la pérdida de 765 compañías. La realidad es que las que se cierran ya no vuelven, y que seguimos lejos de volver al número de empresas que teníamos antes de la pandemia. Perdemos empresas y perdemos autónomos. Ser autónomo y elegir el emprendimiento, si bien nunca ha sido la opción prioritaria parece que cada vez seduce menos.
Se cuida y se da cariño empezando por conocer la realidad de las empresas en general, y de las industrias en particular
Está claro que se hace necesario seguir dignificando la figura de la empresa y del empresario y recordar que cada empresa que baja la persiana se convierte en un fracaso con alcance diferente según la dimensión y el arraigo que tenga, pero en todo caso, un fracaso colectivo.
Si los cierres además son industriales todavía son más graves, por las circunstancias ya citadas y que hacen referencia a las condiciones del empleo que ofrecen.
Hay margen de maniobra para proteger y cuidar aquellas empresas que son vitales para nuestra economía y ese cuidado depende de todos y cada uno de nosotros. Se cuida y se da cariño empezando por conocer la realidad de las empresas en general, y de las industrias en particular. Y se da cariño especialmente cuidando el lenguaje con el que nos referimos a las empresas y a quienes las impulsan.
De todos depende que la herida deje de sangrar y cicatrice.