Está el mundo lleno de bomberos pirómanos. Muchos de ellos travestidos en importantes todólogos de rancio abolengo. Abolengo franquista, incluso. Hablo de popes periodísticos de la derecha, con tribuna propia en medios importantes, que nos avisan de los peligros del populismo iliberal un día y cien más propugnan y potencian ese mismo populismo iliberal.
No es uno. No son dos. Son muchos. Llevan meses, años, incendiando la opinión pública, negando legitimidad al gobierno democrático, alentando el lawfare y concediendo legitimidad a la derecha más ultramontana y antidemocrática de España, sin pudor alguno.
Les aguanto mal, debo confesarlo. Por citar alguno, sin nombrarle, por aquello de no criticar ad hominem, y solo como un ejemplo que pueda aportar luz a lo que digo, me referiré a un artículo publicado ayer en Euskadi, en el que el autor avisa de estos peligros populistas sin referirse a nadie ni a nada en particular. No cita al PP, ni a Mellado, ni a Feijóó, ni a Muñoz. Tampoco a nadie de Vox, que no menciona. Habla de populismo internacional pero no de Trump, de Milei, de Bolsonaro, de Orban o de Meloni.
El autor incurre en todo lo que denuncia, en el populismo iliberal, cuando avisa, denuncia, proclama, que el peligro también subyace en el interior mismo del sistema
Escribe sobre el peligro, cierto, de descalificar a la política y a la democracia en su conjunto y de alentar, por lo tanto, soluciones autoritarias. Todo bien hasta aquí. Lo que pasa es que para rematar su obra, su magno escrito, su homilía, el autor incurre en todo lo que denuncia, en el populismo iliberal, cuando avisa, denuncia, proclama, que el peligro también subyace en el interior mismo del sistema.
Para el autor, que a estas alturas del cubata no se va a privar de citar siglas y nombres, “España es cada día más irreconocible como democracia parlamentaria” y el Gobierno se sustenta en “una mayoría precaria integrada por todos los elementos antisistema reunidos en él somos más de Pedro Sánchez —Bildu, Junts, ERC, comunistas irredentos de Sumar (sic)”. Un Ejecutivo que “neutraliza el Parlamento a su antojo, gobierna sin presupuestos, niega responsabilidad alguna cualquiera que sea la tragedia que suframos, porque la culpa siempre es de otros, y hace de la propaganda más grotesca— ahí está Puente como ejemplo de degradación— el sustitutivo del trabajo que le toca desarrollar”.
El artículo citado, es un must del argumentario iliberal y populista: Pasan cosas malas y feas que no nos gustan mucho, pero la culpa última es del Gobierno. Son cosas malas y feas que no dejan de ser una consecuencia indeseada de las trapacerías socialcomunistas y que se resolverían fácilmente, en el caso de España, con unas elecciones que propiciaran la llegada de PP (y de Vox) al poder de la Nación. O eso o el caos.
Expresar, siquiera pensar, que la solución es la que coincide que los gustos o preferencias políticas de uno es pueril y peligroso
Es un argumentario tan tramposo y, sobre todo, tan antidemocrático que da grima y asco. Expresar, siquiera pensar, que la solución es la que coincide que los gustos o preferencias políticas de uno es pueril y peligroso. Sobre todo cuando el razonamiento destila que lo siguiente podría ser un salvador de la patria.
Ya pasó en el 36, y pasó porque muchos todólogos biempensantes lo impulsaron por activa y por pasiva. De hecho, el golpe de Estado contra la República como única y necesaria alternativa al desgobierno y terror rojo, es un argumento que se utilizó, y aún se utiliza, como excusa y justificación de la Guerra civil y de los cuarenta años de dictadura.
Así que entre esos tipos y yo hay algo personal. Básicamente, porque son gente que vivirían igual (de bien) con Trump que con Pedro Sánchez, con Franco o con la República, mientras que los nuestros y yo solo podemos hacerlo con una democracia que garantice nuestros derechos. A mí las dictaduras y el autoritarismo me sientan fatal.
Como habrán supuesto, les recomiendo que, mientras leen estas líneas, escuchen al maestro Serrat cuando dice aquello de:
“... Juegan con cosas que no tienen repuesto
La culpa es del otro si algo les sale mal (...)
Y como (...) nada tienen que perder
Pulsan la alarma y rompen las promesas
Y en nombre de quien no tienen el gusto de conocer
Nos ponen la pistola en la cabeza...”