Daniel Goldhagen publicó en 1996 un libro que generó no poca controversia pública. Se titulaba “Los verdugos voluntarios de Hitler” y en él sostenía que el alemán común, lejos de ser un sujeto pasivo en todo el proceso de persecución y exterminio de los judíos en Europa, fue un agente decisivo en la perpetración del Holocausto.

Sostenía que el antisemitismo había calado en una buena parte de la población alemana que encontró en los nazis los ejecutores de una solución que compartían en diferentes grados: desde el que aplaudía con las orejas hasta el que miraba hacia otro lado. 

Lo cierto es que no hubo rebeliones significativas de la población alemana contra los nazis. Más bien al contrario, fueron tan pocas las iniciativas para deshacerse de ellos que todas han tenido ya su versión cinematográfica o literaria.

Esas gentes comunes que callaron o que aplaudieron pero que nunca levantaron su voz, y menos su mano, para acabar con aquel horror fueron los verdugos voluntarios, es decir, que su concurso fue necesario para el mismo. 

Lo fue, por supuesto, entre 1940 y 1945 pero sobre todo lo fue antes, desde 1933. Ahí Goldhagen se quedaba corto, a mi juicio, porque entre esos años no solo los alemanes comunes callaron y consintieron, sino que la mayor parte de los gobiernos de Europa y el de Estados Unidos también consintieron que aquello ocurriera.

A Hitler le reían las gracias, iban a sus saraos, como los juegos olímpicos o partidos de fútbol donde ambos equipos saludaban a lo nazi, y recibían y agasajaban a los diplomáticos del tercer Reich. Hasta que fue tarde. 

Europa está tristemente repitiendo la misma actitud. Estamos siendo los europeos verdugos voluntarios de Israel ante el genocidio que está perpetrando en Gaza. En primer lugar, negándolo, como hicieron por cierto buena parte de las derechas europeas con los nazis entre 1933 y 1939. Dice el alcalde de Madrid, y confirma la dirección de su partido, que no existe tal genocidio. En una muestra de la poca atención que le merece el asunto, la portavoz del PP, Ester Muñoz, suelta a boca llena que solo será genocidio si así lo considera la Corte Penal Internacional (sic).

Puede esperar sentada, porque Israel no reconoce la jurisdicción de dicho tribunal y, sobre todo, porque no juzga a Estados. Sí lo hace la Corte Internacional de Justicia que en el sumario 2024/1 del 26 de enero ordenó a Israel (que sí reconoce la jurisdicción de este tribunal) suspender inmediatamente sus operaciones en Gaza y asegurar la vida de los habitantes de la franja.

Europa solamente ahora anuncia una posible, aunque muy improbable, suspensión parcial del acuerdo comercial con Israel. La Unión Europea ha tenido hasta ahora el cuajo de considerar que no se han vulnerado suficientemente los derechos humanos en Gaza como para suspender su relación comercial privilegiada por un tratado. Alemania y otros Estados de la Unión aún lo sostienen

El acatamiento de dicha resolución por parte de Israel ha sido nulo, como es patente. Ahí tiene Ester Muñoz y el PP lo que querían: una resolución de un tribunal cuya jurisdicción reconoce España, desobedecida reiteradamente por Israel.

A Israel en Europa, como a Hitler en los años treinta del siglo XX, le reímos las gracias: va a Eurovisión (y casi gana, entre otros apoyos por una infame campaña aquí mismo, en España), participa en cualquier evento, como la Vuelta Ciclista, o el responsable máximo del genocidio palestino, Benjamín Netanyahu, se pasea por Hungría como Perico por su casa. Pero sobre todo, Europa solamente ahora anuncia una posible, aunque muy improbable, suspensión parcial del acuerdo comercial con Israel.

La Unión Europea ha tenido hasta ahora el cuajo de considerar que no se han vulnerado suficientemente los derechos humanos en Gaza como para suspender su relación comercial privilegiada por un tratado. Alemania y otros Estados de la Unión aún lo sostienen.

¿Creen que es por la pasta? Pues no: a Israel se dirige menos del 1% de exportaciones europeas mientras Europa representa el 32% de las exportaciones israelitas. Si Europa quisiera realmente detener el desastre de Gaza tendría ahí un instrumento eficaz. No lo hace porque la mayor parte de los líderes de la UE, como el PP en España, creen que “lo de Gaza” no es lo suficientemente grave. Como “lo de Hitler” antes de 1939.

Estados Unidos no va a mover un dedo, haga lo que haga el gobierno de Israel, como si mata a todos los gazatíes. De hecho, casi mejor para los obscenos planes personales de Trump. Pero Europa tiene la obligación de no repetir el error de los años treinta del siglo pasado. A diferencia de todos los demás actores internacionales, Europa no se sostiene por el nacionalismo, pues no hay nación europea. Se sostiene por el derecho y, sobre todo, por los derechos.

De alguna manera la única patria europea son los derechos y las libertades. Eso la singulariza en un mundo donde son valores en declive. Qué será de Europa si no es capaz de hacer valer ahora sus principios. Seremos simples verdugos voluntarios de Israel. Pues bien: no con mi voto.