Tras dos años sin poder realizarse la manifestación de enero en favor de los derechos de los presos de ETA convocada por Sare debido a la pandemia, la incertidumbre sobre la respuesta popular se despejó el pasado sábado con una fotografía que volvía a llenar la calle Autonomía de Bilbao.

El llamamiento a la movilización social arrancó previamente con la presentación de de la convocatoria con nuevo lema y nuevo logo. Desaparece el mapa de Euskal Herria y permanecen las flechas que confluyen en un punto central.  

Treinta y cuatro años después, la política de dispersión es parte del pasado, el alejamiento de los presos ha dado paso a solicitar el fin de la política de excepción con el eslogan "etxera", a casa, presente durante todo el recorrido en pancartas de múltiples dimensiones como el trasfondo de su significado.

Hace tiempo que la Izquierda Abertzale abandonó la petición de amnistía, reivindicación que se ha depositado por decantación en el poso discordante de ATA. De ahí, se evolucionó a la petición del fin de la política de dispersión y se intensificó desde 2011 tras el alto el fuego permanente de la banda y su disolución en 2017, hasta  llegar al presente, donde fuera de las cárceles vascas y navarras apenas permanece una docena de reclusos a cada lado de la muga. Ahora “Etxera” es el siguiente paso, pero a diferencia de los anteriores reivindicaciones que eran explícitas, la actual es traslúcida, polémica e intencionadamente poco explicada.

¿Planea la idea de un tercer grado generalizado para los presos? No lo sé. Aunque eso poco tendría que ver con la legítima petición del cumplimiento de la legislación vigente, con los pasos establecidos para dicha progresión y los derechos que asisten a las personas privadas de libertad, de todas, también para los presos de ETA. Intuyo que intencionadamente es lo suficientemente ambigua como para permitir pensar en las dos cosas a la vez.

Creo firmemente en dos consensos mayoritarios dentro de la sociedad vasca. El primero, que los presos de ETA deben tener acceso a la reinserción con todas las garantías con los que la ley ampara a las personas presas, sin excepción. Y en segundo lugar, que el camino a la reinserción social pasa por la justicia restaurativa, la exigencia del reconocimiento del daño causado, la negación de la violencia y la reparación a las víctimas. Ambos consensos son básicos, prescindir de cualquiera de ellos es como caminar a ninguna parte en el largo recorrido de la convivencia.

Las adhesiones y descuelgues de esta manifestación a lo largo de los años de partidos como el PNV o IU, organizaciones como Gesto por la Paz o sindicatos, este año no ha estado presente CC.OO., tienen mucho que ver con esto. La incomodidad de la puesta en escena, junto a la imposibilidad de mover una coma en lo sustancial del contenido para incorporar la otra pata del banco de la convivencia, conlleva que acudan muchas personas a la manifestación, pero que sean siempre las mismas, los mismos rostros representativos de la Izquierda Abertzale, Sortu o  Etxerat. Desde Sare admiten estar abiertos a la autocrítica, creo que aquí hay un motivo, no solo para la reflexión, si no para que ésta sea efectiva.

Por ejemplo, una reflexión colectiva desde el ámbito político que negó durante años, décadas, la posibilidad de transitar el camino de la justicia restaurativa, de quien dio la espalda a los presos de la Vía Nanclares, apartados y acusados de traidores por sus excompañeros, sin honores y sin ongi etorris.

En ocasiones, creo que se utiliza demasiado alegremente eso de un nuevo tiempo, una nueva fase, es la hora de avanzar. Sin duda, hoy vivimos mejor que hace unos años, pero tan importante es poner rumbo hacia un futuro mejor como que el trayecto se haga de la manera adecuada. Esta sociedad se ha ganado el derecho a ser escuchada en su totalidad y en su complejidad. No es fácil, pero nos va la convivencia en ello.

He estado y he compartido largas charlas y debates con víctimas de ETA, cada una con su sensibilidad. Son heterogéneas, con opiniones propias y visiones diferentes sobre cómo abordar la reinserción. También, con poco más de veinte años un amigo de la infancia ingresó en ETA, fue capturado y condenado a veinte años de prisión. Hace poco nos reencontramos, nos abrazamos, ya está en tercer grado.