Según el CIS la vivienda es la octava preocupación entre la población. Hay mucha gente con dificultades para el acceso a la vivienda, fundamentalmente los jóvenes que se emancipan cada vez más tarde, lo que les impide el inicio autónomo de sus proyectos de vida. Lo exiguo de los salarios, las altas hipotecas debido al alza de los tipos de interés y la inflación o los alquileres desorbitados son razones de peso que lastran el acceso a la vivienda. No es extraño que esta preocupación haya escalado varios peldaños en la pirámide de las cosas importantes para la ciudadanía. Además, siendo este un derecho fundamental blindado en la Constitución, pero de difícil proyección en la realidad y eso que se han probado, a lo largo de los años, diferentes fórmulas.

El caldeado ambiente electoral pre 28M ha conseguido que a falta de cuatro sesiones en Congreso y Senado y tras el monumental lío de la ley del “solo sí es sí” se haya obrado el milagro tras tres años de negociaciones. PSOE, Unidas Podemos, ERC y EH Bildu han pactado una Ley de Vivienda, la primera de ámbito estatal. Lograr un acuerdo de carácter progresista que satisfaga al electorado y que pueda usarse como activo electoral. No solo eso, Pedro Sánchez ha anunciado que las 50.000 viviendas del exdenominado banco malo, la Sareb, creado en 2012 para absorber los activos inmobiliarios tóxicos en el rescate de las Cajas de Ahorro con dinero público serán puestos en el mercado como vivienda social. En Euskadi la impactante cifra alcanza un total de 53 activos. Recordemos que nuestras Cajas
no fueron rescatadas y que la burbuja inmobiliaria pudo contenerse por una gestión más eficiente desde las entidades financieras
. Las Comunidades con más activos de la Sareb son Cataluña, Comunidad Valenciana y Andalucía. Conclusión, aún con todo, no parece que vaya a resolver los problemas de acceso a la vivienda ni en Euskadi, ni en ningún otro sitio. Ni con ésta medida demandada hace tiempo, ni con la nueva Ley de Vivienda.

Es paradójico que partidos soberanistas hagan el patronaje de un vestido prêt à porter que tendrán que coser desde las instituciones vascas, en vez de, seguir apostando por la alta costura del autogobierno

Desde el Partido Popular se han opuesto a la nueva ley. Su contrapropuesta ha sido demandar más construcción de vivienda. La lógica sería la siguiente, si hay más vivienda en el mercado, el precio bajará, pero la memoria no es tan corta, ni los efectos de la burbuja inmobiliaria están tan lejos. José María Aznar, en 2003, hizo exactamente eso, promover la edificación, la belle époque del ladrillo. Pocos años más tarde el globo pinchó. En la práctica, lo que sucedió hace veinte años es que el ritmo de construcción de viviendas era frenético. El año 2006 marcó un hito por encima de las 700.000 residencias edificadas y la curva del precio no hacía más que subir a un ritmo del 17% anual. El acceso al crédito total, las altas tasas de empleo cocinaron a fuego lento el suflé que bajó en picado en 2008.

La ley saldrá adelante, pero nadie en su sano juicio puede negar que entra en las competencias de las Comunidades Autónomas y sobre ello se ha pronunciado hasta el
Constitucional. Las comunidades encabezadas por dirigentes populares lo harán por razones ideológicas, pero la invasión competencial en Euskadi no puede ser asumida por un Gobierno legitimado en su competencia y en su voluntad de solucionar el problema a base de inversiones social y de asumir el mandato emanado del Parlamento vasco en 2015, con una ley mucho más avanzada que la de ahora y que reconoce la vivienda como un derecho subjetivo. Por eso, es paradójico que partidos soberanistas hagan el patronaje de un vestido prêt à porter que tendrán que coser desde las instituciones vascas, en vez de, seguir apostando por la alta costura del autogobierno. Es lo que tienen las urgencias electorales que hilbanan discursos, pero no construyen hechos. Se avecina tormenta de primavera en el seno del Ejecutivo vasco donde la competencia de vivienda recaé en el socialista Arriola y quedan tan solo cinco semanas para la cita electoral.

Hay que intervenir el alquiler y la vivienda pero con otras bases. Los cimientos están en la construcción de vivienda social, pero vivienda en alquiler, sino seguiremos con grandísimos problemas

Más allá del tema competencial es razonable plantarse dudas sobre la eficacia de la norma. El tope de los precios de los alquileres es una medida vigente, acordada y que podía haber continuado así para garantizar a los inquilinos una tranquilidad alejándoles del agiotaje. No sé si hecha la ley, hecha la trampa del dinero bajomano y si se incrementará esta práctica ilegal. No obstante, esto no es escusa y hay que tener canales abiertos para la denuncia si esto se da. Lo que no parece muy lógico es que la nueva ley no aborde una de las cuestiones fundamentales responsable del incremento de los arrendamientos y de tensionar zonas como es el alquiler turístico. Reconozco que un avance importante es la distinción entre un pequeño propietario y gran tenedor, ya que se lo pondrá más difícil a los fondos buitre a la hora de carroñear con la especulación.

La ley no va arreglar el problema, no cambia el paradigma. Una de las grandes carencias ha sido el tema de las viviendas sociales. El porcentaje en Europa multiplica por cuatro el de España. Euskadi lo hace por dos y aún con todo el problema no está resuelto. ¿Lo resolverá la nueva Ley de Vivienda o el anuncio de Sánchez de sacar la vivienda de la Sareb al mercado? lo dudo mucho.

Hay que intervenir el alquiler y la vivienda pero con otras bases. Los cimientos están en la construcción de vivienda social, pero vivienda en alquiler, sino seguiremos con grandísimos problemas. En nuestra comunidad hay una demanda de 60.000 personas que solicitan piso de alquiler social. El conjunto de viviendas en dicho régimen es de 26.000, más otras 7.000 a precio protegido por el programa Bizigune. Se pretende llegar en 2036 a un total de 52.000, lo que situá a el País Vasco como la primera comunidad de viviendas de alquiler protegido por número de habitantes en todo el Estado y aún con todo no es suficiente.