No son las europeas unas elecciones que levanten demasiadas pasiones, menos aun las de este 9 de junio que en el caso de Euskadi cierran un ciclo electoral con hasta cuatro citas con las urnas en poco más de un año. La proximidad de las autonómicas del pasado 21 de abril y la doble jornada electoral de 2023 (en mayo las municipales y forales y en julio las generales) desdibujan al menos de cara al electorado vasco este 9-J, que sí se presenta algo más animado en el embarrado contexto de la política nacional.
Más allá de esa saturación política, es cierto que determinadas decisiones que emanan de las instituciones europeas influyen en el día a día más de lo que parece. Y aunque la distancia geográfica y también su propio tamaño, 751 representantes, hacen del Parlamento Europeo una figura difusa para el votante medio, la eurocámara es uno de los tres pilares de un entramado institucional (junto al Consejo y la Comisión) que juega un papel creciente en una economía global cada vez más interconectada.
Esa función de guardián de los intereses de las empresas del continente frente a los verdaderos gigantes del tablero mundial capaces de inundar los mercados propios, el caso más claro es el de China, sería una de las más destacadas. Pero Bruselas también exige y ahí es donde aparecen otras cuestiones vinculadas a estos comicios que van a condicionar procesos clave para la economía vasca como la transición verde o la política industrial.
Las renovables y nuevas fuentes de energía
2050 es el año clave en la carrera por frenar el cambio climático. Para ese año fijó el 'gobierno' de Ursula Von der Leyen, tras los pasados comicios de 2019, el objetivo de alcanzar la neutralidad climática (el volumen total de emisiones no debe superar el CO2 que absorbe el planeta). Hay además determinadas etapas intermedias que ya en 2030 establecen que casi la mitad (42%) de la energía sea producida con fuentes renovables.
Y Euskadi está ahora mismo, cerca del ecuador de la década, muy lejos de ese objetivo. ¿Está totalmente descartado que se pueda cumplir con la pauta europea actual? Casi. La última ley climática aprobada en el final de esta pasada legislatura, de corte optimista, marca el 32% de aportación renovable al conjunto del mix vasco dentro de seis años. Teniendo en cuenta que actualmente la eólica y la fotovoltaica cubren apenas una décima parte, el salto que recoge la ley, aun así corto respecto a lo que pide Bruselas, requiere un gran despliegue de nueva infraestructura que, a día de hoy, sigue sin ser una realidad.
Sí parece, según lo avanzado por promotoras e instituciones, que el año que viene comenzarán a levantarse en Euskadi nuevos parques eólicos dos décadas después de los últimos proyectos. Aunque los parques fotovoltaicos sí dan pasos más sólidos, de cara a esa radiografía de 2030 su aportación es menor. Aunque la solar ayuda, con una visión de conjunto el poder cumplir con esa primera meta de 2030 va a depender principalmente de que cuajen los nuevos aerogeneradores.
El papel de 'puentes' como el gas o las nucleares o la esperada explosión del hidrógeno verde forman parte también de esa estrategia energética europea que se modulará tras las elecciones.
Encaje para la industria tradicional
Uno de los retos del despliegue renovable es no dejar arrinconados a agricultores o pescadores (caso de los molinos offshore), otros dos colectivos que miran con atención a lo que ocurre en Bruselas. Pero además la descarbonización abre el problema de qué hacer con la industria y el transporte tradicional mientras la energía verde aun no es capaz de calentar hornos de acerías o mover coches, trenes y aviones. Es este un asunto central para Euskadi por el elevado peso en relación a otros territorios que tiene la industria pesada en la economía vasca con un buen puñado de plantas con centenares de empleos directos e indirectos cuyo futuro está en riesgo si no se adaptan el nuevo marco.
Y no todas las grandes factorías van a pasar el filtro de la descarbonización. La transformación requiere tiempo y, sobre todo, importantes inversiones. Y eso que Euskadi agrupa proyectos llamados a jugar un papel clave en este giro verde de la industria, ahí están por ejemplo los avances en torno al Corredor Vasco del Hidrógeno, con algunas plantas en posición inmejorable como Arcelor Sestao o Sidenor, que cuenta con sus propios parques fotovoltaicos para abastecerse de energía limpia.
Petronor y el futuro del diésel
El otro gran frente en la descarbonización es el transporte. Y seguramente es en esta transición en la que más se juega la economía vasca, muy dependiente de la automoción. Primero por el papel tractor de la refinería vizcaína Petronor, del grupo Repsol, que debe acompasar su propia transformación a los ritmos que marca Bruselas. Y luego porque no todas las firmas enroladas en la cadena de la automoción, sobre todo las pequeñas, están capacitadas para adaptarse a la nueva movilidad en poco tiempo.
El gran shock llegó el año pasado con el acuerdo en Bruselas para prohibir la venta de nuevos vehículos de combustión a partir de 2035. El veto parece ahora abierto a matices, excepciones y retrasos, pero parece claro que la gasolina y el diésel tienen los años contados. Y ahí se abre un abanico de opciones intermedias como son los efuels, los combustibles verdes, una apuesta que puede salvar (más allá del escepticismo del actual Gobierno central) el negocio de gigantes como Petronor. El resultado de las urnas marcará también ese debate entre los 'abolicionistas' del motor de combustión y las voces más pragmáticas como la de Josu Jon Imaz que piden evitar volantazos bruscos.
Intervencionismo y fondos europeos
La crisis energética puso de manifiesto que Europa necesita el gas y el petróleo rusos, pero la dependencia va mucho más allá. Materias primas como el litio, clave para esas baterías que deben impulsar la nueva movilidad o en todo tipo de componentes electrónicos, dan a China un gran control y pesan en los ritmos a los que Europa puede acometer determinados proyectos estratégicos.
Dotar de cierta independencia al Viejo Continente es uno de los objetivos declarados de Basquevolt, la compañía situada en Miñano y que aspira a producir a gran escala baterías en estado sólido a partir de 2027. Accionistas de la empresa que lidera Francisco Carranza como CIE Automotive han solicitado más apoyo para proyectos de este tipo, que demandan un fuerte empujón con fondos públicos, precisamente para depender en menor medida de los componentes chinos para ganar autonomía en la nueva movilidad.
Como sucede con los coches eléctricos, las potencias asiáticas son capaces de saturar los mercados a bajos precios y hundir la demanda de las empresas europeas, una realidad con la que conviven grandes plantas de acero o aluminio. Aunque Europa ya ha dado pasos para tratar de aliviar esta situación, mucho más avanzada va la administración de Joe Biden en Estados Unidos, lo que a su vez supone un mayor desembarco en el mercado europeo.
¿El fin de la alegría fiscal?
Queda lejos la etapa de los 'hombres de negro' en la que España tenía que dar cuentas a Bruselas de cada céntimo que gastaba de más. El Gobierno de Pedro Sánchez mantiene una política de gasto alegre en los últimos años en buena parte porque Europa ha abierto la mano en especial a raíz de la pandemia. Pero el escenario podría volver a cambiar. Ya a las puertas de estos comicios la eurocámara y Consejo de la UE acordaron una revisión de las reglas fiscales que atañe directamente a España, que rebasa con creces el umbral de endeudamiento del 90% del PIB que obliga a mayores ajustes.
Aunque por ahora Sánchez mantiene el déficit bajo control, si Europa aprieta las tuercas puede ser necesario un cambio de enfoque a nivel de gasto que puede condicionar, por ejemplo, las pensiones. También las comunidades autónomas deberían apretarse el cinturón, aunque es verdad que Euskadi destaca en este apartado como un territorio cumplidor por vocación, al menos durante la etapa de Pedro Azpiazu como arquitecto de las Cuentas del Gobierno vasco.
Extrema derecha y derechos sociales
Pese a ser un asunto de gran calado social, las políticas en torno a la inmigración tienen su vertiente económica y van a influir en gran medida en el día a día de las empresas. Cada vez más informes coinciden en apuntar a la dependencia creciente de las economías europeas, incluida la vasca, de la llegada desde otros países de mano de obra cada vez más cualificada para cubrir la oleada de jubilaciones de la generación del baby boom.
Aun así, las fuerzas políticas de extrema derecha han logrado hacerse fuertes en base a esta cuestión, a la que vinculan otras mucho menos 'medibles' como la supuesta pérdida de seguridad o el aumento de cierto tipo de delincuencia. Se prevé que el ascenso, cuyo último escalón ha sido el acceso al poder de Giorgia Meloni en Italia, tendrá su reflejo en los comicios de este domingo, de forma que incluso la extrema derecha podría ser segunda fuerza en la eurocámara tras los populares europeos (PPE).
La propia Von der Leyen (PPE) se ha mostrado dispuesta a pactar con los radicales de derechas para seguir al frente de la Comisión en una mano tendida que no deja de ser un paso más en la 'normalización' de este tipo de formaciones.
Geopolítica y guerras
Ampliando el foco el contexto internacional actual también marca estos comicios europeos. Las guerras de Ucrania y Palestina o el recrudecimiento de las tensiones en Oriente Medio han avivado el temor a un aumento de la escalada bélica en el mundo y Europa está en fase de redefinir su papel. De ahí que los partidos hayan querido en esta campaña mostrar su lado antibelicista y declararse firmes defensores de la paz, si bien es una realidad que toda la industria en torno a la guerra vive un momento de enorme expansión.
Las votaciones que se celebran estos días en los estados miembro ayudarán a perfilar la posición de la Unión Europea dentro de la OTAN en un tablero mundial en el que el Viejo Continente ya no lleva la voz cantante. En ese sentido, en los próximos cinco años (la eurocámara queda configurada hasta 2029) serán clave cuestiones como el apoyo a Ucrania frente a Rusia o la postura en el conflicto entre Israel y Palestina. Aunque en líneas generales la Unión Europea respalda a Netanyahu, hay que recordar que el propio Pedro Sánchez ha sumado recientemente a España al grupo de países que reconocen oficialmente el estado palestino.