Gregorio Ordóñez, el asesinato que cambió la estrategia de ETA y la vida política en Euskadi
El presidente del PP de Gipuzkoa fue asesinado hace 26 años después de meses de amenazas que terminaron en algo que él esperaba: "yo sé que me van a matar, pero no me voy"
4 diciembre, 2021 05:00A eso de las tres y media de la tarde del 23 de enero de 1995, hace ya casi 27 años, Gregorio Ordóñez comía con sus compañeros, María San Gil y Enrique Villar, en el restaurante 'La Cepa', en la Parte Vieja de San Sebastián. Un escenario y un momento que se iba convertir en una de las páginas más recordadas de la negra historia de ETA. El etarra Javier García Gaztelu, alias Txapote, entró en ese bar junto con otros dos compañeros y disparó un tiro en la nuca que acabó con la vida, en el acto, del teniente de alcalde del Ayuntamiento donostiarra y dirigente del PP vasco.
El asesinato de Ordóñez, un político muy reconocido y querido, generó una gran conmoción en su ciudad y también a nivel nacional. La banda terrorista abría con ese tiro una nueva etapa en su estrategia terrorista, lo que se conoce como la “socialización del sufrimiento”: la extensión de sus ataques habituales a policías y militares a otros actores como políticos, intelectuales, constitucionalistas, jueces y periodistas.
Apenas faltaban cuatro meses para las elecciones municipales en San Sebastián cuando lo mataron y Ordóñez iba a encabezar la lista del PP por cuarta vez. Con él como candidato, los resultados de su partido no habían dejado de mejorar, hasta el punto de que en los comicios al Parlamento Europeo del verano de 1994 el Partido Popular fue la fuerza más votada en San Sebastián. Se había convertido en un político muy querido por los donostiarras e incluso los recibía personalmente durante horas en su despacho del Ayuntamiento.
Pero como era de esperar, esto no era del agrado para aquellos que durante años trataban de imponer el terror en el País Vasco. "A ver, Gregorio, estamos hasta los cojones de ti. Una declaración más tuya, y tu familia corre el riesgo de morir. Cualquiera de ellos. Estamos hasta los cojones ya de ti. Fuera de Euskadi, cabrón". Infinidad de llamadas anónimas como esta recibía por parte de la izquierda abertzale continuamente.
Mítines clandestinos y carteles con amenazas
Gregorio Ordóñez nació en Caracas en 1958 y comenzó a vivir en Euskadi cuando apenas tenía seis años. Sus padres, ambos españoles, decidieron regresar después de haber emigrado años antes. Tras licenciarse en Ciencias de la Información por la Universidad de Navarra, comenzó su andadura política a principios de los años ochenta. Se afilió al Partido Popular con el objetivo de detener el terror de ETA y los avances de la izquierda abertzale. Durante sus más de doce años de actividad política siempre mantuvo un discurso muy contundente contra la banda terrorista y el nacionalismo vasco. Un discurso 'peligroso' en años peligrosos de plomo donde las palabras se callaban con plomo.
Los primeros mítines con Alianza Popular eran "clandestinos". Así lo recuerda la que fue su mujer Ana Iribar: "Los carteles los pegábamos sus amigos por la noche, nadie más venía porque sabían que te podían hacer una foto y ya estabas marcado. A escucharle íbamos solo unas 20 personas que además, él hablaba fatal -comenta entre risas- se ponía muy nervioso. Pero siempre tenía muy claro lo que quería decir, nadie se lo decía y lo hacía muy bien. Y mientras veías como en la calle Herri Batasuna, la marca de ETA, organizaba sus grandes actos y se formaban altercados todas las semanas".
Al echar la vista atrás, ella comparte que vivir era muy complicado y lo describe como "estar sometido a una bruma de silencio en la que sientes que te falta el aire". Cuando comienza su comino hacia la alcaldía de San Sebastian, los carteles electorales los hacían ellos mismos. "Nos íbamos, yo le anudaba la corbata y le hacía la foto y pensábamos cómo hacerlo. Nadie ponía dinero ni apostaba por alguien tan joven. Los carteles aparecían con pintadas y amenazas siempre. Él era un provocador sí, pero lleno de buenas intenciones que quería hacer ver a la gente que podíamos vivir en libertad, sin miedo", recuerda Ana Iribar.
En sus intervenciones siempre dedicaba unas palabras para ser crítico con la actividad de ETA y también con su brazo político, Herri Batasuna, algo inusual y que pocos se atrevían a hacer en aquellos momentos. "En 1981 me metí en política porque quiero mucho a mi tierra y no me daba la gana verla sometida y doblegada por los pistoleros de ETA", muchos ciudadanos donostiarras exigimos que la basura empiece a funcionar por donde debe funcionar, por las cloacas. Los ciudadanos normales no tenemos por qué cruzarnos con esa gentuza por la calle", son palabras del propio Gregorio Ordóñez, 'Goyo' como le llamaban los que más le conocían.
"Gregorio sabía que lo iban a matar"
Tanto sus duras declaraciones contra la violencia como las previsiones electorales que vaticinaban que iba a ser el próximo alcalde de San Sebastian encendieron la maquinaria de ETA para fijarle como objetivo. El historiador y director del Memorial de Víctimas del Terrorismo, Florencio Dominguez, asegura que el atentado empezó a preparse en diciembre de 1994.
Tanto su viuda, Ana Iribar, como su hermana, Consuelo Ordóñez, aseguran que él sabía que lo iban a matar y aún así se quedó aquí y "asumió las consecuencias que finalmente fueron su muerte". Gregorio sabía que le seguían, veía siempre al mismo hombre cerca de él y le pidió al consejero Atutxa escolta pero este le dijo que no "porque no aparecía en ninguna lista y no había de qué preocuparse". Aún así, mantuvo su misma vida con su misma rutina, sacando dinero todos los días en el mismo cajero de la Parte Vieja de Donosti y tomándose un pintxo en 'La Cepa'. "Era un blanco muy fácil", dice Iribar. Y a esto había que sumarle las amenazas en los carteles y las llamadas y mensajes telefónicos que ya habían empezado a llegar.
Precisamente uno de esos mensajes en el contestador lo encuentra su hermana Consuelo Ordóñez y rápidamente lo llama para contárselo. "Yo no era consciente de nada por lo que estaba pasando mi hermano, nunca expresaba nada en casa y aunque se le notaba especialmente preocupado pues lo disimulaba en casa. Pero la persona que menos se enteraba siempre era yo, siempre me mantuvo al margen y no hablabamos de estos temas, lo hablaba con sus compañeros. Y ya era la segunda o tercera vez que intentaban atentar contra él", cuenta su hermana Consuelo Ordóñez.
Su viuda Ana Iribar reconoce que fue una sorpresa pero no para ellos: "Nosotros ya sabíamos cuál iba a ser el final de Gregorio". Aún así, cuenta que él no hubiera entendido otra manera de vivir y por eso no dejo de ser él ni un minuto. "Claro que le decíamos que "Goyo deja esto ya", estaban llegando amenazas más serias, Egin ya marcaba su muerte y yo le decía 'tenemos un hijo, queremos tener otro" pero él me decía siempre "un poco más, un poco más" y finalmente llegó lo que tanto temíamos", relata Ana Iribar.
ETA arranca una nueva estrategia: la 'Socialización del sufrimiento'
El asesinato del dirigente popular fue el comienzo de una nueva estrategia terrorista: la 'socialización del sufrimiento' y también provocó el cambio de la manera de vivir de los políticos en Euskadi. Con esta nueva váía, ETA extendía sus ataques habituales a policías y militares a políticos, intelectuales, constitucionalistas, jueces y periodistas. El principal efecto de esta estrategia fue extender el terror y el miedo en el ambiente cada vez se palpaba más y concentrado, sobre todo, en los votantes del PSE y PP, los dos partidos que más asesinatos han sufrido.
Este atentado causó espanto en la vida política vasca que no sabía como mantener una vida “normal”. Desde su muerte, los cargos municipales de los partidos como PP y PSE tuvieron que vivir una vida un tanto marginada de la sociedad, protegidos por sus guardaespaldas. Sin embargo, al matar a Ordóñez, ETA logró un gran impacto mediático, sí, pero hubo algo que no previó: la enorme reacción ciudadana contra ellos.
"A Goyo ETA lo mató porque sabían que solo cayándolo, podían frenar esa transformación social que él estaba provocando y que iban a seguir otros después de él. Era de las pocas voces que en aquel momento hablaba alto y claro y estaba cambiando muchas cosas, entre ellas el voto porque pasaba a ser la fuerza más votada, iba a ser el próximo alcalde y ETA eso no lo podía tolerar", apunta Ana Iribar.
El asesinato de políticos tan cercanos como Ordóñez y Ernest Lluch y prestigiosos intelectuales como Tomás y Valiente, en aplicación de la llamada “socialización del sufrimiento” aumentó exponencialmente la movilización ciudadana contra ETA. Se alcanzó un hito con la respuesta multitudinaria de los españoles tras el asesinato de Miguel Ángel Blanco, dos años después de Ordóñez y que también llegó a Álava en el año 2000 con el asesinato de Fernando Buesa.
Estos asesinatos generaron una conmoción muy poco común en la sociedad vasca hasta la fecha. Una sociedad que poco a poco iba despertando, que dejaba de forma progresiva de mirar para otro lado y que, gracias a plataformas como Gesto por la Paz o Basta Ya empezaba a desmarcarse abiertamente de la violencia y a dejar de estar en silencio.
Toda la vida del dirigente popular y la historia que gira en torno a su carrera política está recogida ahora en la exposición 'Gregorio Ordóñez, la vida posible' en el Centro Memorial de las Víctimas del Terrorismo de Vitoria. Una muestra con más de 100 piezas que son "una biografía concentrada de su figura política" pasando por el atentado que acabo con su vida, su carrera política y también sus orígenes familiares. Una exposición que busca, según lo explica Ana Iribar, "ser un espejo para los ciudadanos y llegar sobre todo a las nuevas generaciones". Unas nuevas generaciones a las que les pide "clemencia cuando tengan que juzgar nuestra actitud en aquellos años.