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Pese a que Euskadi es, año tras año, una de las comunidades autónomas con menor número de divorcios en España, los datos no escapan a una realidad general: en verano, los casos aumentan. Concretamente, un 7% más que en otros periodos del año, una cifra que, aunque pueda parecer moderada, revela un patrón estacional significativo. ¿A qué se debe este repunte? La abogada especializada en Derecho de Familia, Lourdes Fernández, ofrece una explicación clara y directa: el verano pone a prueba la convivencia.

“Sobre todo porque la convivencia es más intensa, más frecuente que en el resto del año, donde las parejas y las familias tienen una rutina establecida. En verano estamos todo el día juntos o mucho más tiempo que en el resto del año”, explica Fernández.

La ruptura de los horarios laborales, escolares y personales, sumada al deseo —a veces frustrado— de disfrutar de unas vacaciones “perfectas”, puede generar fricciones que, en muchos casos, derivan en decisiones drásticas.

Fernández señala que uno de los factores clave es la falta de preparación para manejar conflictos cuando surgen fuera del contexto rutinario. “Hay más conflictividad porque no estamos acostumbrados a una comunicación fluida en general durante el año, y cuando estamos conviviendo, aunque sea con más ocio, no sabemos reaccionar a los conflictos que surgen con más intensidad y que son más frecuentes”, apunta. Es decir, la falta de herramientas emocionales y comunicativas queda al descubierto cuando no hay una vía de escape, como el trabajo o la escuela, para rebajar tensiones.

Otro de los aspectos que la abogada destaca es cómo el estilo de vida moderno complica aún más el panorama. “Las jornadas laborales cada vez son más largas, nuestras perspectivas profesionales también son más ambiciosas y esto hace que no estemos preparados para dedicar tiempo de calidad a nuestra pareja y entender que la comunicación es fundamental”. Esta desconexión entre los miembros de la pareja, acumulada durante meses o incluso años, puede aflorar con más fuerza durante el verano.

Fernández también introduce una reflexión necesaria sobre cómo se gestiona emocionalmente la vida familiar: “Desafortunadamente, a veces ocurre que echamos de más, incluso nos pasa con los niños. Tenemos que preguntarnos si tendríamos que cambiar un poco nuestra percepción sobre las relaciones y la comunicación con nuestras familias y parejas”. En otras palabras, el verano no es tanto la causa de los divorcios como el detonante de una crisis que ya venía gestándose.

Pareja discutiendo delante del hijo / Freepik

El consejo de la abogada Lourdes

Desde su experiencia profesional, la abogada aboga por el diálogo como herramienta esencial para afrontar estas situaciones, pero reconoce que no siempre es fácil. “Diálogo y acuerdo, es difícil, pero depende también de una reflexión que puede facilitar un tercero: un psicólogo, una persona mediadora o una abogada colaborativa en caso de conflicto. Esta mirada de un tercero nos hace reflexionar desde otro punto de vista, con más profundidad y menos parcialidad”.

Fernández subraya que uno de los factores más importantes en un proceso de separación es la capacidad de pensar más allá de uno mismo. “Hay que entender que nuestro interés particular no es el único, sino velar por el interés de la familia”.

Por eso, sus consejos para las parejas que estén valorando un divorcio al final del verano son claros y prudentes: “Que se lo tomen con paciencia, con conciencia, que no haya discusiones nunca delante de los hijos y, si la situación es muy crítica, es mejor que se separen de hecho y a los tres meses se puede presentar una demanda de divorcio, una vez haya esa separación de hecho en el domicilio familiar. Tener paciencia y no tener una visión cortoplacista, sino a medio-largo plazo”.