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Tres décadas después, Arnaldo Otegi sigue siendo el líder de la izquierda abertzale. El político, en su día condenado como miembro de ETA, fue elegido el pasado fin de semana como secretario general de EH Bildu. Antes era el coordinador general, pero el cargo cambia porque la propia coalición deja de serlo para convertirse en partido. 

Otegi representa el pasado de Euskadi. Y es más que llamativo que EH Bildu aspire a convertirse en formación hegemónica apostando por el pasado. Un pasado que se perpetúa en el poder, sin que a nadie parezca importarle. Da la sensación de que a la excoalición abertzale se le perdona todo frente al juicio severo que reciben los demás partidos. 

En todo caso, Otegi empieza con una propuesta, la de listas conjuntas con el PNV, que es una burda trampa para comer terreno político a los jeltzales. A estas alturas nadie cree que los dos partidos que se disputan la hegemonía deban ir juntos en las elecciones generales o europeas.

Nadie lo cree salvo Otegi, que como buen veterano tira de memoria -de la que le conviene, claro- para buscar recetas del pasado

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