La loca carrera de la energía eólica y sus múltiples incertidumbres
El Gobierno vasco señala en el mapa de Euskadi más de 50 lugares propicios para ubicar parques eólicos. Suena fabuloso. Claro que esto de la energía que homenajea al dios griego del viento empieza a sonar a perpetuo globo sonda. A filfa disfrazada de elefantíasicos proyectos que se anuncian a bombo y platillo y luego desaparecen de nuestras vidas sin aviso previo o posterior.
Cada dos por tres hablamos de un nuevo parque eólico que va a cambiarlo todo. Hay planes y más planes, proyectos y más proyectos, promesas y más promesas. Pero lo que más hay en esta loca carrera es demasiada incertidumbre.
Ya casi nadie salvo el gran Adrián Legasa y otros tres o cuatro periodistas vascos sabe a ciencia cierta cuántos parques de molinos ("aerogeneradores", dirían los cursis y sabihondos, que suelen ser los mismos) están en construcción en la comunidad. Corrijo: ahora lo saben ustedes, lectores, gracias al citado informador.
La cosa es que tampoco casi nadie sabe o sabía dónde van a colocarse presuntamente esos aerogeneradores. Eso sólo lo saben los vecinos afectados, por supuesto. Porque esa es otra cuestión hermosa que deriva de este tema: casi todos los vascos apuestan por las energías limpias, sí, "pero que no me toquen el monte".
Queremos como sociedad que se apueste por las renovables. Pero no queremos, cuando nos afecta, que nos trastoquen el paisaje. Y eso es sencillamente una posición ventajista que ahora, tras la guerra de Ucrania que tanto ha puesto el dedo en la llaga de la falta de energía propia, queda todavía más al descubierto. Una cosa es no querer ser La Muela vasca y otra bien distinta es cerrar los ojos para ocultar la realidad.
Nos hacen falta más molinos para generar energía. Es así de simple (y así de complejo). Tenemos unas cuantas empresas dispuestas a construir parques. Y también tenemos, según el Gobierno vasco, unos cuantos lugares para colocarlos. Algo que, por supuesto, debe hacerse con el máximo respeto al medio natural y guiados por un criterio de sostenibilidad. Ya dijo Aristóteles, por volver al principio de todo, que en el término medio está la virtud.