El consejero Bildarratz lo está haciendo de pena
Cuentan que el proyecto Basque Quantum estuvo a punto de caerse por el empeño personal de Jokin Bildarratz, consejero de Educación, por ser el único que saliera en la foto. Y eso que a él le cayó el tinglado cuántico de forma accidental. Los que realmente habían pujado para que Euskadi tuviera un supercomputador de IBM fueron las diputaciones de Bizkaia y Gipuzkoa, sanos competidores a la hora de atraer inversiones a sus territorios, y Arantxa Tapia, que buscaba más el aspecto empresarial que el meramente científico.
Solo dos intervenciones personales del lehendakari Urkullu salvaron el proyecto, que entre riña y riña estuvo a punto de terminar en la basura. No quiero con esta introducción defender Basque Quantum, labor que dejo para otra ocasión y sobre la que hay mucho que decir, pero sí aportar algunas claves para entender por qué Bildarratz, con su inflexibilidad e incapacidad negociadora, no es probablemente la mejor persona para ocupar una consejería del Gobierno vasco.
Estos días estamos viendo otro producto de su gestión: ha dejado a los padres sin autobús para sus hijos en edad escolar. Además, lo ha hecho en dos fases, a cada cual más sorprendente. Primero siendo incapaz de llegar a un acuerdo con los empresarios y después tratando de confiscar sus vehículos para obligarles a prestar el servicio a coste cero o incluso con pérdidas, según quién haga los cálculos.
Desde que Franco falleció, creo que es la primera vez que asistimos en Euskadi a un caso de nacionalización de un sector al estilo república bananera
Desde que Franco falleció, creo que es la primera vez que asistimos en Euskadi a un caso de nacionalización de un sector al estilo república bananera. Es cierto que la regulación recoge esta opción, pero es tan incomprensible que un comprador haya sido incapaz de llegar a un acuerdo con los diversos vendedores del servicio que me resulta más digno de una dictadura que de un país moderno en el que todos más o menos nos conocemos.
Negociar con algunos sindicatos de por medio suele ser complicado porque sus objetivos van más allá de lo inmediato y mezclan política con reivindicaciones laborales. En muchas ocasiones les interesa más la bulla, como método revolucionario y hasta comercial, que la paz social. Pero el cliente lo tiene muy fácil para llegar a un acuerdo con un empresario que presta un servicio: el dinero suele ser su única motivación.
Si te pasaste a la baja a la hora de redactar los pliegos de la licitación, siéntate un rato con los dueños de las compañías para escucharles y hacer números con ellos. El lenguaje del excel es probablemente el más sencillo de los que se hablan en el planeta. El empresario solo quiere negocio para poder pagar sus sueldos, amortizar los autobuses, abonar la factura de Avia y llevarse algo a casa al final de cada día.
¿Es posible que los dueños de las compañías se hayan puesto de acuerdo para estrujar a las instituciones? Es verdad que esto ha ocurrido anteriormente, como con los comedores escolares, pero es algo que se puede y se debe solventar en los despachos. Me parece inconcebible que Bildarratz no haya sido capaz de hacerlo. Casi tanto como que la Autoridad Vasca de la Competencia, que lleva cinco años sin hacer nada reseñable, haya abierto un expediente en base a los "indicios" que le ha remitido la Consejería de Educación en plena rabieta.
Es probable que en Gipuzkoa haya un cártel de autobuses, tanto como que 16 compañías ya fueron sancionadas en 2017. La Autoridad Vasca de la Competencia consiguió demostrar entonces que los precios que estaban cobrando a la Diputación eran superiores a los de mercado. Si se repite la misma historia, tan culpables serían los empresarios como los políticos que no han sido capaces de solucionar el problema a lo largo de los años. Esto parece el patio de una ikastola más que un Ejecutivo eficiente.