El exministro de Transportes José Luis Ábalos con su consejero Koldo García EFE

El exministro de Transportes José Luis Ábalos con su consejero Koldo García EFE

Opinión

Ser y parecer

4 marzo, 2024 05:00

Noticias relacionadas

Es difícil recuperarse del anterior cuando ya estamos en el siguiente. Y es
especialmente complicado seguirlos sin perderse. Me refiero a los casos de corrupción que vienen aflorando en los últimos años entre la clase política. Uno sería ya un escándalo monumental, los que tenemos en España son una forma de proceder tan recurrente, que sencillamente, da asco.

El último conocido afecta al PSOE y tiene que ver con mascarillas compradas en el peor momento de la pandemia. Sí, es el que viene ocupando páginas en los medios y tiempo en las tertulias, y que ha dado con el ex ministro Ábalos en el Grupo Mixto. En aquel momento en el que todos nos sentíamos especialmente vulnerables, sin saber qué iba a ocurrirnos con la llegada a nuestras vidas de un virus desconocido, que dejó miles de muertos, en ese momento, había quien se estaba haciendo de oro manejando dinero público.

La cosa ha cantado. Y ha cantado tanto, que ha salpicado y de qué forma al Gobierno. Y la resolución del asunto cuyos tentáculos aún no sabemos hasta dónde van a llegar y a cuántos va a alcanzar, no ha podido ser más rocambolesca. Es evidente que cuando se dan estos casos, muy a menudo, desgraciadamente, son situaciones que debemos contemplar en dos planos diferentes: el jurídico y el político.

La cuestión jurídica tiene su propio procedimiento y sus plazos, y mientras no se demuestre lo contrario, tenemos que hablar de “presuntosculpables. Por otra parte y en el ámbito político el tema tiene un alcance diferente. No tiene plazo y son crisis que deben gestionarse allá donde están ubicadas, esto es a nivel político. Los buenos gestores de crisis y de estos no busquen cerca porque no encontrarán, resuelven en el minuto uno apartándose o apartando cuanto antes del poder, a aquellos que de un modo u otro, por acción o por omisión, se ven salpicados por el escándalo. Lo hacen por dos razones: para no perjudicar a los suyos y no generar más malestar a los ciudadanos. Aquí no, aquí lo de ser proactivos no se estila y es difícil que alguien dimita por motu proprio, mientras la justicia toma las decisiones correspondientes.

En el caso que nos ocupa las decisiones han llegado como casi siempre tarde, y además mal. Lejos de abandonar el escaño, Ábalos, que no nos olivemos era ministro y persona de confianza del partido, en el momento en el que se produjeron los hechos, ha decidido, en contra de las directrices de su formación política, mantener el acta de diputado en integrarse en el Grupo Mixto, para según argumenta, desde allí poder defender su inocencia.

Del caso Koldo o del caso Ábalos como ya se está denominando este nuevo escándalo se va a hablar durante mucho tiempo, no solo por la trascendencia que tiene y porque evidentemente hasta donde sabemos hoy, es literalmente nauseabundo, sino también por aquello de que la mancha de mora con otra se quita. Y qué más quiere el adversario político que poder decirle al contrario “y tú más”, mientras apunta cuanto más alto mejor a la hora de exigir responsabilidades políticas. ¿Les suena? Seguro que sí independientemente de las siglas que si sitúen en un lado o en otro, dependiendo del caso. Porque en esto de la corrupción política quien esté libre de pecado que lance la primera piedra. Si malas y vomitivas son las corruptelas, independientemente de dónde vengan, no es mejor la gestión política y pública de las mismas, y la imagen que vamos dejando tanto dentro como fuera de nuestras fronteras.

Así que no sorprende que cada vez haya menos interés por la cuestión política y sobre todo por quienes la ejercen. Ya no llaman la atención afirmaciones como "no voy a votar. No sabría a quién”. La política es muchas cosas, pero algunos políticos consiguen que sea de todo menos aleccionadora.

Y encima nos hacen dudar a los ciudadanos sobre cuanta porquería ni siquiera sale a la luz, y si lo que conocemos no es más que la punta del iceberg. Igual peco de ingenua pero prefiero seguir pensando que son más los buenos que los malos también en política, un ámbito en el que hay que ser y parecer.