Caso Mecaner: ¿Qué haría cada partido?
Pese a que la coyuntura económica es excelente, Euskadi tiene actualmente algunos lunares en forma de empresas en fase de cierre. Una de ellas es Mecaner, una matricería gestada en 1961 por la familia Erhardt que hoy pertenece a la multinacional de automoción Stellantis, propietaria de marcas como Opel, Peugeot, Chrysler, Fiat o Citroën. Oficialmente cierra porque no es rentable, pero su caso alimenta visiones muy distintas sobre cómo afrontar la promoción económica desde cada partido vasco.
Por una parte están los sindicatos y las fuerzas de izquierda, como Sumar, Elkarrekin o EH Bildu, que entienden que la administración debería "tomar" la compañía para gestionarla con dinero público y evitar así su supuesta "deslocalización" hacia países con mano de obra más barata. Por otra, PNV y PP, que prefieren dejar que sea el mercado el que decida qué empresas deben seguir existiendo. Y las matricerías vascas parecen estar condenadas, porque los fabricantes de coches apenas diseñan nuevos modelos y, por tanto, necesitan menos troqueles. No es fácil situar al PSE en este tipo de casos, que le resultan un tanto incómodos. Es más fácil repartir ayudas sociales o viviendas que intervenir, con criterio, en la economía.
Mecaner tiene actualmente 142 trabajadores, que están en huelga con la esperanza de que la empresa retire su plan de cierre, aunque curiosamente gran parte de sus reclamaciones se dirigen hacia las instituciones vascas. Que los empleados monten por sí mismos una cooperativa para seguir dando servicio a Stellantis no parece ser una opción. ¿Y qué dicen las administraciones? Que lamentan lo ocurrido pero que no pueden hacer nada, salvo que aparezcan inversores privados dispuestos a retomar el negocio, en cuyo caso les ayudarían.
El Gobierno vasco ya inyectó 10 millones de euros en Gestión Global de Matricería, que fue rescatada por Gestamp, que no hay que olvidar que es uno de los 25 mayores fabricantes de componentes de automoción del mundo y que mantiene su sede fiscal en Euskadi
De hecho, no sería la primera vez. El Gobierno vasco ya inyectó 10 millones de euros en Gestión Global de Matricería, que fue rescatada por Gestamp, que no hay que olvidar que es uno de los 25 mayores fabricantes de componentes de automoción del mundo y que mantiene su sede fiscal en Euskadi. Pero el negocio no funcionó y el dinero ya se ha dado por perdido por ambas partes. ¿Tiene sentido seguir inyectando fondos a empresas que operan en sectores que están claramente en declive? Para algunos partidos parece que todo vale para mantener puestos de trabajo. Olvidan que uno de los principios fundamentales de la innovación es lo que se denomina "destrucción creativa".
Otra opción sería reconvertir la fábrica para producir otro tipo de objeto que pueda tener demanda. Se ha hablado de componentes de torres eólicas, pero ¿quién quiere hacerlo con una plantilla con una edad media de más de 50 años? Pello Otxandiano, el candidato a lehendakari de EH Bildu, ha repetido varias veces, sin mencionar a Mecaner, que el Gobierno vasco debería ser más "proactivo" en política industrial. Es decir, que lo que no quiere hacer el sector privado debería hacerlo el público. Hacer lo contrario es, a su juicio, "dejarse llevar por la corriente neoliberal".
En su libro 'Miradas' hace un buen diagnóstico de la realidad económica vasca. Como cuando asegura que la "industria 4.0" es más márketing político que otra cosa o cuando lamenta que los instrumentos financieros creados para impulsar el arraigo empresarial apenas se están utilizando. Atina incluso más cuando recuerda que desde comienzos del milenio en Euskadi no se ha impulsado ningún proyecto empresarial desde lo público. El Gobierno vasco prefiere acompañar a los empresarios que invierten, aunque otro día hablaremos de cómo los selecciona, a tener iniciativa propia. Es lo que se denomina colaboración público-privada, que a juicio de Otxandiano, beneficia más a los segundos que a los primeros.
Servidor tiene cada día más claro que las instituciones públicas no suelen ser buenas gestoras. De ahí que Euskaltel, Naturgas y EHN, tres casos significativos de sociedades gestadas desde las administraciones vasca y navarra, hayan acabado en manos privadas
Sin rechazar este tipo de políticas, él propone poner límites a los beneficios que debería llevarse el empresario en caso de que las cosas le vayan bien. A través, por ejemplo, de royaltys públicos a las innovaciones disruptivas aplicadas que se han financiado con ayudas de la administración y de cláusulas que obliguen a las empresas a devolver parte de las subvenciones recibidas a partir de un determinado beneficio. Son ideas bien intencionadas pero que también deberían ir en sentido contrario: ¿Le devolvemos parte de la inversión al emprendedor que fracasa? ¿Deberíamos entregar a Gestamp parte de lo que perdió con Gestión Global de Matricería?
Sea como fuere, servidor tiene cada día más claro que las instituciones públicas no suelen ser buenas gestoras. De ahí que Euskaltel, Naturgas y EHN, tres casos significativos de sociedades gestadas desde las administraciones vasca y navarra, hayan acabado en manos privadas. Sirvan para explicarme dos ejemplos que me contó recientemente un consultor. En una misión comercial del Gobierno vasco a Brasil los profesionales de las empresas privadas recibieron ayudas para volar en clase turista, mientras la consejera de turno, que luego crearía un partido político, y sus asesores se desplazaron en business. En otro viaje reciente, esta vez organizado por el Icex, todos fueron a la India en los asientos más baratos salvo el representante de Babcock, compañía pública que entonces estaba en concurso de acreedores.