Hasta la saciedad lo repetimos, politólogos y politólogas: la democracia está en crisis y por mucho que nos empeñemos en destacar nuestras diferencias, Euskadi no se libra de esta crisis. Tal vez tarde en llegar, pero lo hará y no sabemos ni siquiera imaginar cuál será el grado del impacto de este cambio. Tal vez sea leve o tal vez más fuerte de lo que nos tememos.

El problema de la falta de previsión de un impacto concreto en nuestra democracia a futuro es que conocemos los datos que nos hacen pensar en la crisis de la democracia, pero no sabemos en qué sentido afectan a esta y si lo hace a la democracia como idea o como sistema práctico.

En Euskadi conviven las dos visiones. Una que habla de la crisis de la democracia desde lo práctico y otra desde las bases filosóficas y culturales de la idea de democracia. Estas dos visiones no son baladís y optar por una u otra puede dar como resultado consecuencias muy distintas.

Si las democracias se caracterizan por ser menos eficientes que las dictaduras puede llevarnos a un sistema que en lo formal contenga los principios democráticos, pero que en la práctica sea un sistema más cercano al autoritarismo

Una visión excesivamente pragmática de la crisis de las democracias podría llevarnos a una democracia de corte autoritario. Si las democracias se caracterizan por ser menos eficientes que las dictaduras (spoiler: es mentira), la concentración del poder, la concentración de recursos en aspectos básicos como la seguridad, etc., puede llevarnos a un sistema que en lo formal contenga los principios democráticos, pero que en la práctica sea un sistema más cercano al autoritarismo. Es lo que yo llamo las democracias de corte autoritario. EEUU, Hungría, Venezuela, El Salvador o Israel son buenos ejemplos de ello.

La otra visión, la que nos habla de una crisis desde los principios democráticos, divaga mucho desde lo filosófico y corre el riesgo de no concretar soluciones prácticas que salven de la crisis y terminan postergando cambios o los cambios que implementan no son útiles y acaban generando más desconfianza en el sistema.

Euskadi debe encontrar un término medio para acertar con el análisis y proponer medidas concretas que puedan implementar mejoras prácticas.

Vayamos con el análisis: ¿Cómo es la democracia vasca? Pues no es muy diferente a las democracias de su entorno, pero tiene algunas especificidades.

La primera: Es una democracia joven. No podemos hablar de democracias en un entorno de violencia política y represión. Las decisiones libres e informadas de la ciudadanía estaban sometidas a un ciclo de violencia y represión que dificultaba la toma de decisiones.

La imagen de una democracia fuerte frente a los violentos no era más que un imaginario dicotómico planteado desde el campo de la confrontación buenos-malos

De hecho, en ese contexto, se prodigaban los clientelismos, las decisiones autoritarias y los recortes de libertades. La imagen de una democracia fuerte frente a los violentos no era más que eso, un imaginario dicotómico planteado desde el campo de la confrontación buenos-malos, pero con poco sentido democrático.

No obstante, este aspecto negativo, ha servido para, una vez terminado el conflicto, comenzar a construir una democracia joven y sana, aunque no exenta de riesgos. La necesidad de construir una convivencia ha fortalecido las bases de la democracia vasca y las posiciones autoritarias gozan de poco prestigio en la sociedad vasca.

El segundo elemento que configura la democracia vasca de hoy es el pluralismo y el respeto a este. Aun persistiendo discursos que atacan a este pluralismo, lo cierto es que ese pluralismo está bien asentado en el escenario político vasco. Desgraciadamente, las dinámicas de futuro apuntan a una reducción de ese pluralismo en el ámbito institucional. Será importante implementar cambios para que ese pluralismo se mantenga, al menos, en el ámbito social y tenga una traducción en lo institucional.

El alto grado de confianza en las instituciones vascas es otra característica de la democracia en Euskadi. Por el contrario, esa confianza no se mantiene en la clase política y en los partidos. Ese es el punto débil de la democracia vasca.

Hay que poner pie en pared con algunos comportamientos de partidos políticos que son poco transparentes y autoritarios

Una democracia de futuro no solo puede hablar de como acercar a las instituciones a los ciudadanos. Hay que poner pie en pared con algunos comportamientos de partidos políticos que son poco transparentes y autoritarios. La confianza que ganar es hacia los partidos políticos y se tiene que hacer antes de que esa desconfianza se traslade a las instituciones, algo que pasará tarde o temprano.

Es cierto que la democracia vasca ha tenido una crisis de participación. Incluso, dudo de que hayamos salido de ella. Vivimos en un sistema parlamentario, proporcional, con listas cerradas y un voto claramente ideológico. La participación electoral debería ser más alta. De hecho, en algunas ocasiones la participación electoral en Euskadi ha sido más baja que en las democracias parlamentarias mayoritarias de lista abierta, nominal, poco ideologizadas, que suelen tener participaciones electorales más discretas.

Esto podría solventarse como participación política no electoral, pero el retraso que llevamos con la ley de transparencia nos aleja de un escenario participativo que canalice demandas de la sociedad a las instituciones fuera del marco electoral.

Es importante empezar a fijar incentivos no solo en lo pragmático, también en lo filosófico. Ahí la ciencia política vasca debe recibir un tirón de orejas. No le estamos explicando a la ciudadanía que tiene de bueno vivir en democracia para lo material y para lo moral y qué problemas tendríamos si dejamos que nuestra democracia se deteriore. En eso tenemos experiencia y no muy lejana. Sería una pena volver a perder la democracia en Euskadi.