Santos Cerdán ya duerme en la prisión de Soto del Real. O sea, tras las rejas donde tarde o temprano acaban los tramposos.

Su tesis de sufrir una persecución por sus servicios prestados es tan pueril como aquel intento cutre, el pasado mayo, de simular su interés por la obra pública presentando aquellas preguntas delirantes en el Congreso de los Diputados.

O como aquella célula de desinformación igualmente chabacana que comandaba la tal Leire Díez, presunta investigadora dedicada supuestamente a desacreditar a los rivales por obra y gracia de Cerdán.

El nacido en Milagro tenía muchas papeletas para ser encarcelado en su visita al Tribunal Supremo. Y ahí está ya, en la misma prisión por donde pasaron célebres corruptos que componen la historia más oscura de este trozo de planeta.

Aquí fuera, lejos de la jodida soledad de la celda, quienes compartimos origen con Santos solo podemos sentir una profunda vergüenza por cómo está manchando el nombre de nuestra amada Navarra, como en su día hicieron otros como Urralburu.

Corruptos y tramposos hay en todas partes. También en Euskadi, claro, como nos demuestra la experiencia. Ni el origen ni la adscripción ideológica garantizan la limpieza o la honestidad. Cuando el dinero entra por la puerta, la pureza sale por la ventana

Santos Cerdán ya había demostrado ser un tramposo de primer orden con sus negociaciones sin luz ni taquígrafos en Suiza. Pero sus paisanos, aunque hubiéramos escuchado algunas cosillas malolientes, no nos podíamos creer lo que después apareció en el famoso informe de la UCO. Nos confiamos por aquello del amor a la tierra, supongo.

Todo esto de la tierra y el origen, con cierto tufo entre provinciano y simplón, acaso hasta etnicista, viene a cuento porque hace unos días aquí, en Euskadi, un editor de cuyo nombre prefiero no acordarme escribía que "los abertzales no pueden ser corruptos". El argumento es tan zafio que casi se comenta solo.

Corruptos y tramposos hay en todas partes. También en Euskadi, claro, como nos demuestra la experiencia. Ni el origen ni la adscripción ideológica garantizan la limpieza o la honestidad. Cuando el dinero entra por la puerta, la pureza sale por la ventana.

Estas verdades evidentes han vuelto a quedar al descubierto gracias a Santos Cerdán, que hasta hace veinte días era el número tres del PSOE, que ha sido la mano derecha de Pedro Sánchez y que ha tenido un papel preponderante -justo es admitirlo- en negociaciones varias con partidos vascos tanto en Navarra como en Euskadi.

Para esto último ha contado con la ayuda de ese otro ser que se antoja antológico llamado Antxon Alonso, vasco con negocios más que ventajosos en la Comunidad foral y, ya puestos a hablar de pueblos, vecino de Arnaldo Otegi.

Con suerte, la cárcel sirve para que Santos nos cuente todas sus trampas. Eso sería lo más justo, caiga quien caiga.