Una mujer participa en una manifestación en una imagen de archivo
Caperucita Roja es el celebérrimo cuento que nos previene a las niñas de no desobedecer a nuestros padres y evitar que confiemos en extraños. Tan tierna y edulcorada historia nos alecciona de los peligros que nos aguardan fuera del camino indicado y de la seguridad de llegar sanas y salvas a nuestro destino si hacemos lo que se nos ordena.
Lo que pasa es que las mujeres ya no nos tragamos esos cuentos de niñas desvalidas en el bosque y de princesas que aguardan en el torreón del castillo al príncipe azul. Las mujeres ni pedimos permiso, ni necesitamos a un cazador surgido por sorpresa que nos defienda de terrible lobo feroz, porque cuando juntas alzamos la voz, no hay quien pueda esconder tras el disfraz del machismo.
Y es que tras la nueva historia que les acabo de contar se llega con mayor facilidad a la moraleja de un terrible asunto que atraviesa la política en estos momentos, las acusaciones de acoso sexual en el seno del Partido Socialista.
Gracias a las denuncias públicas realizadas en los medios de comunicación de las mujeres acosadas, los cimientos de uno de los partidos políticos que enarbola la bandera del feminismo se retuercen internamente por el hedor insoportable de la inacción hasta que las mujeres han torcido el brazo del lobo hasta tumbarlo en mitad de la plaza pública. Un #metoo que ha aflorado la estructura rancia del patriarcado hasta en los que se autodefinen como aliades.
Si no fuera por la importancia del asunto a una le entraban ganas de llorar de la risa, pero lloro de rabia al conocer que eran ellas las que estaban siendo agredidas
Retumba en la memoria colectiva aquellas palabras de Pedro Sánchez en las entrevistas preelectorales de las generales del 23J cuando confesaba que algunos amigos suyos de entre 40 y 50 años se habían sentido incómodos con el discurso feminista. Si no fuera por la importancia del asunto a una le entraban ganas de llorar de la risa, pero no, lloro de rabia al conocer que eran ellas las que estaban siendo agredidas por estos muchachotes que consideran el feminismo un sillón con orejeras donde pueden descansar sus instintivos deseos animales no consentidos.
Por si esto fuera poco, este asunto ha sido utilizado como arma arrojadiza desde el otro lado del hemiciclo. Alberto Núñez Feijóo, presidente del Partido Popular, lo hizo desde su escaño en la última sesión del año en el Congreso y lo está convirtiendo en eje de la campaña electoral que se inaugura este próximo domingo en Extremadura.
Acusa a Sánchez de cínico por presumir de haber dado una respuesta contundente a los casos de acoso en el PSOE, a pesar de haber protegido más a los babosos que a las mujeres. Lo cierto es que coincido con lo dicho por el señor Feijóo, yo también creo que hubo un intento de tapar el asunto bajo el paso del tiempo y que si no hubiera sido por las caperucitas empoderadas, eso es lo que habría ocurrido.
Para señalar hay que tener la casa propia muy limpia y el Partido Popular es el de Nevenka Fernández
Ahora bien, para señalar hay que tener la casa propia muy limpia y el Partido Popular es el de Nevenka Fernández, el del volquete de putas, el de las justificaciones de su presidente sobre un maltratador porque fue un divorcio difícil y el que no sabía distinguir entre violencia familiar y violencia vicaria por citar alguno de sus ilustres ejemplos.
Con esto no quiero contribuir al y tú también. Quiero denunciar lo estructural que es el machismo y algunas de sus terribles consecuencias sobre nosotras. De poco sirve hincar el diente en un asunto que desgasta al contrario para rentabilizarlo en algunos votos, si de verdad no hay un trasfondo honesto e interiorizado de que esto no puede ser, que hemos pasado pantalla y que nos creemos la equidad entre hombres y mujeres.
Pero ¿cómo es posible parecer creíble cuando luego se pacta con un partido negacionista de la violencia machista como es Vox? En nuestra cestita llevamos las habas contadas de todo los recortes que se han dado allí donde han gobernado con la ultraderecha; quitando subvenciones a organizaciones feministas, lo que los reaccionarios llaman chiringuitos, la eliminación de los puntos violeta, el inexistente fantasma de las denuncias falsas que están acabando con los hombres de bien, la perversa ideología de género, el retraso en la aplicación de la Ley de Igualdad….
¡Menos mal que bajo nuestras caperuzas guardamos bien la memoria sobre los que nos quieren mandar a fregar, a criar y callar!