Felipe VI en su tradicional discurso de Nochebuena EFE
Cada vez que habla el Rey, me da la sensación de que está impartiendo una clase magistral de cultura democrática a nuestros representantes políticos. Puede que sea más demérito de estos que mérito de aquel. Él puede hacerlo porque, al fin y al cabo, no está imbuido en la lucha electoral que ciega a las formaciones democráticas, convertidas en sectas, a la búsqueda desesperada de un puñado de votos que les permita mantener o alcanzar el poder.
No porque diga cosas extraordinarias que no sepamos, sino porque nos recuerda en qué consiste la democracia y el comportamiento que deberían tener nuestros representantes políticos, es decir, porque dice lo que debe decirse en los tiempos actuales.
Y es que hoy en España debe recordarse lo más básico que parece que demasiados han olvidado: la importancia del pluralismo político, del respeto al adversario, y del diálogo honesto como forma de garantizar el progreso de la sociedad y la convivencia de quienes pretenden vivir juntos; el problema en parte es este último: que hay demasiados que no quieren convivir con el resto sino a su costa y, llegado el momento, independizarse y romper la ciudadanía compartida.
Hay, de hecho, un problema que se añade al anterior y que es incluso mayor porque es el que lo agrava: que el PSOE, otrora partido que articulaba el Estado, se ha podemizado, y que su líder, Pedro Sánchez, es capaz de hacer cualquier cosa para permanecer en la Moncloa. Y esto lo contamina todo.
El rey de España recordó los 40 años de la firma del Tratado por el que ingresamos en las Comunidades Europeas y los 50 años del inicio de nuestra Transición Democrática que nos permitió pasar de una dictadura a una democracia no solo sin volver a matarnos sino incluso reconciliándonos, al menos todos los que quisieron hacerlo: o sea, todos menos ETA y quienes secundaron sus injustificables crímenes contra ciudadanos indefensos y contra la democracia.
Después llegó Zapatero para reabrir las heridas de la Guerra Civil y desandar lo que se había andado, solo para dividir a la sociedad y beneficiarse a sí mismo. Más tarde, Sánchez insistió en la misma vía que pone en peligro la convivencia entre españoles. Es una de las cosas que subrayó nuestro Rey: la importancia de mantener la convivencia democrática a pesar de las diferencias legítimas entre unos y otros.
No debería ser necesario decirse; sin embargo, muchos de nuestros políticos son unos irresponsables que juegan con fuego y ponen en peligro las bases de nuestra democracia, tanto, que no son ya parte de la solución sino del problema.
Muchos de nuestros políticos son unos irresponsables que juegan con fuego y ponen en peligro las bases de nuestra democracia
Además, el rey de España, que es el mejor representante institucional que tenemos incluso para los que somos más republicanos que monárquicos, recordó la vigencia de nuestra Constitución Española, "el conjunto de propósitos compartidos sobre el que se edifica nuestro presente y nuestro vivir juntos, un marco lo bastante amplio para que cupiéramos todos", y que ahora demasiados incumplen, amenazan o pretenden destruir con sus actos.
Aquí el Rey fue incluso más generoso de lo debido porque, efectivamente, el marco fue tan amplio que incluso se dio cabida a quienes no pretendían estar más que para hacer saltar todo por los aires. En todo caso, casi mejor así, para que nadie pueda argumentar que no se dio cabida a todas las opciones políticas, lo cual no quiere decir, por cierto, como algunos piensan, que la mayoría de los ciudadanos debamos postrarnos ante los deseos de quienes son muchos menos.
Una cosa es respetar a las minorías y otra muy distinta que sean ellas las que se conviertan no ya en árbitros decisivos sino en los amos del cotarro, cosa que, en parte, ya ha ocurrido, por responsabilidad culposa de quienes debían defender al Estado y han terminado poniéndolo a su servicio.
El Rey, como el adulto que habla a menores de edad o incluso a preadolescentes, llamó la atención sobre la necesidad de salvaguardar los cimientos de la democracia, dado que, en los tiempos que corren, todo se ha vuelto frágil, y al menos lo fundamental debe cuidarse; pero aquí no solo no se cuida, sino que se pone en peligro de manera irresponsable.
Hay demasiadas amenazas e incertidumbres que hacer frente y demasiados problemas sociales que resolver como para que nuestros políticos se entretengan en desprestigiar nuestras instituciones o jugar con fuego; porque todo puede empeorar y lo que parecía que estaba consolidado puede echarse a perder.
Supongo que los ciudadanos no seremos mucho mejores que los que nos representan, dado que, al fin y al cabo, nosotros los hemos votado; salvo al Rey, curiosamente, que parece encontrarse varios escalones por encima del resto. Pero así es la democracia: no tanto el menos malo de los sistemas políticos existentes, sino el único que merece la pena; pero exige compromiso ciudadano y estar a la altura de las circunstancias, a pesar de que quienes están al mando no lo están en absoluto.
Las soluciones no son sencillas, pero los problemas actuales, nombrados por el Rey, los conocemos todos: el incremento del coste de la vida, el acceso a la vivienda, los avances tecnológicos generadores de incertidumbre laboral o los fenómenos climáticos, por citar los que citó Felipe VI. O los casos de corrupción que afectan al PSOE, por ser algo más concretos.
Efectivamente, son muchos los desafíos que enfrentar. Y cuando no se atienden, el debate político, de escasísimo nivel, provoca hartazgo, hastío y desafección. Y surgen los extremismos y los populismos. Y los demagogos se convierten en líderes de opinión o incluso en presidentes de Gobierno. Y se debilitan las instituciones. Y se pone en peligro la democracia y la convivencia entre distintos, la única digna de tal nombre y la que de verdad tiene valor y mérito.
Pero no hay más sordo que el que no quiere oír y cada cual respondió lo que le interesaba decir: así, por estos lares, el PNV reprochó al Rey no mencionar "el reconocimiento de la nación vasca ni de la catalana" ni "los ataques al euskera". Al parecer, el PNV pretende que tengamos un Rey que, en lugar de defender lo común, se haga independentista. Es lo que nos faltaba.
Bildu, por su parte, definió a Felipe VI como "heredero del legado franquista y reaccionario"; cree el ladrón que todos son de su condición y que todos tienen el legado que tienen ellos. Además, afirmaron que "los vascos no tenemos rey". Sin embargo, a día de hoy, nada más lejos de la realidad: en el lodazal que se ha convertido la política, es precisamente de lo poco decente que tenemos.