Dentro de una semana, cuando celebremos el Día Internacional contra la violencia hacia la mujer, los medios, las calles, las marquesinas y todos los rincones se llenarán de carteles, propuestas y denuncias hacia este tipo de violencia que tiene al machismo como base hegemónica. Estará muy bien que eso suceda, pero no está menos bien que insistamos continuamente en que las agresiones hacia las mujeres no cesan. Maltrato físico, psicológico, acoso, agresiones sexuales, sexistas y un sinfín de modalidades que, sobre todo las mujeres que tenemos un altavoz a mano, debemos seguir denunciando. Sí, a veces nos sentimos como “las que todo lo llevan al mismo terreno” o “las pesadas feministas” pero no nos bajaremos del carro de revelar cuál es la situación real de la violencia en España. Muchas veces he comentado con otras mujeres feministas esta especie de hartazgo, de cansancio, de tener que vivir siempre con las gafas moradas puestas, pero no queda otra. Mientras una mujer sea maltratada, mientras haya mujeres que sigan engrosando la lista de las asesinadas, seguiremos. 

Hay datos que pasan desapercibidos. Me da por pensar que lo hacen porque nos estamos acostumbrando a las cifras y eso es mala cosa. Uno de los últimos aportados por el Ministerio del Interior del Gobierno de España apunta a que en este país se denunciaron nada más y nada menos que 1.601 violaciones entre enero y septiembre de este año, una cada cuatro horas. Este es el delito que alcanza un mayor incremento porcentual, un 30%, pero eso no quiere decir que exista un aumento de estas agresiones sino que las mujeres muestran una mayor disposición a denunciar estos hechos. 

 

En este país se denunciaron nada más y nada menos que 1.601 violaciones entre enero y septiembre de este año, una cada cuatro horas

 

No es este el único dato terrible. Terrorífico es saber que en España solo se denuncian el 11% de las violaciones a pesar de que el 2,2% de las mujeres mayores de 16 años reconocen haber sido víctimas de esta violencia sexual, es decir, más de 450.000 mujeres.

Sabemos eso de que “una mujer asesinada es noticia, muchas son estadística” y no, no queremos que ni las asesinadas ni las agredidas se conviertan en meras cifras. Para lograrlo necesitamos que las voces de quienes luchan contra la violencia machista estén siempre vivas. Y sobre todo, necesitamos que las mujeres sigan denunciando.

 

Se necesitan personas formadas y empáticas en las comisarías y juzgados que hagan sentir a las denunciantes que no son las responsables de la agresión, que responsables de ella son únicamente los agresores

 

Hay varios motivos por los que las mujeres deciden no denunciar. El primero de ellos, la vergüenza. Que el 40% de las mujeres agredidas la sientan dice mucho de la sociedad en la que vivimos. Sentir vergüenza de haber sido violada tiene que ver con el sentimiento de culpa. Inconscientemente y por la educación recibida, nos sentimos más culpables que víctimas. ¿Qué hacía yo a esa hora y en ese lugar? ¿Le habré provocado con mi actitud? No debería haberle besado, no tendría que haber ido a su casa, etc, etc, etc. Un montón de pensamientos boicoteadores que nos cambian de bando y nos colocan en el de los victimarios y no en el que nos corresponde, las víctimas. Es fundamental que las mujeres se sientan seguras, respaldas y, sobre todo, creídas. Se necesitan personas formadas y empáticas en las comisarías y juzgados que hagan sentir a las denunciantes que no son las responsables de la agresión, que responsables de ella son únicamente los agresores. Necesitan sentir que las calles, los bares, los centros comerciales y cualquier lugar son tan suyos como de ellos, sea la hora que sea. Y es imprescindible, además, que se deje de mirar con recelo a las agredidas y que esas preguntas que citábamos antes y que se hacen estas mujeres no sean las que desgraciadamente se siguen escuchando hoy en muchos foros, tanto masculinos como femeninos. 

 

Inconscientemente y por la educación recibida, nos sentimos más culpables que víctimas. ¿Qué hacía yo a esa hora y en ese lugar? ¿Le habré provocado con mi actitud?

 

La vergüenza es especialmente acusada cuando la agresión se produce después de que un agresor cometa lo que las fuerzas policiales llaman “violencia en cita”, aquella que se produce tras someter a una mujer a la que se ha dejado inconsciente mediante sustancias químicas vertidas en sus bebidas. No, no es algo ocasional ni de película. Quienes en, por ejemplo, la Ertzaintza trabajan en este ámbito aseguran que es algo que sucede todos los fines de semana. El sentimiento de haberse dejado llevar o de haber bebido más de la cuenta provoca tal vergüenza que los agresores se van de rositas. 

El haber sido menor cuando se produjo la agresión, el temor a no ser creída y el miedo al agresor son otros de los motivos que las agredidas aducen para no denunciar. Los datos son insoportables y hay que seguir insistiendo en la única vía posible para acabar con la violencia machista, la educación. Educar en igualdad, en respeto, en empatía, en urbanidad y en humanidad. De lo contrario estamos perdidas.