La noche electoral del pasado 21-A fue para el PNV un soplo de aire fresco, pero también una llamada de atención por parte de la sociedad vasca. Tras 12 años al frente del Ejecutivo autonómico -8 de ellos en coalición con el PNV-, la formación jeltzale notaba el resentimiento de tres legislaturas no falta de polémicas. Una crispación y desencanto que se tradujo en la pérdida de 4 parlamentarios y la amenaza de un posible sorpasso por parte de EH Bildu. De hecho, la coalición soberanista acabó empatando con los jeltzales a 27 escaños.
Aún así, los resultados del domingo -que todavía son susceptibles a cambios con el recuento del voto CERA de este viernes-, son una realidad agridulce para el PNV. Según refleja el Informe Postelectoral redactado por el centro Silvan&Miracle, el partido comandado por Andoni Ortuzar y encabezado por Imanol Pradales en la carrera por la Lehendakaritza logró 370.554 votos, 20.594 más de los que obtuvo en las autonómicas de 2020. Sin embargo, aquellos comicios realizados el 12 de julio estuvieron marcados tanto por el verano como por el escenario posterior a la pandemia, y la abstención alcanzó una cifra histórica del 49,20%.
Casi la mitad de la ciudadanía vasca con derecho a voto optó por no acudir a las urnas. Provocando que los resultados de los partidos fueran generalmente peores que los de cuatro años antes. Solo EH Bildu, con 249.580, logró reunir más apoyos que en 2016 (225.175). Por eso, si sus resultados del 21-A, donde obtuvo 341.735 votos, se comparan no con los de las pasadas autonómicas, sino con las de hace ocho años, su progresión es todavía mayor. Mientras que la situación del PNV es totalmente contraria.
Mismos escaños, menos votos
Es verdad, como ha defendido esta semana Ortuzar, que en el número de escaños el PNV ha logrado unos resultados muy similares a los de 2016 y los de 2012, cuando logró 28 y 27 parlamentarios. Y que los 31 de la pasada legislatura eran algo menos habitual. Pero lo que realmente debe preocupar en Sabin Etxea es el descenso claro de apoyos respecto a las dos primeras candidaturas del lehendakari Iñigo Urkullu. Incluso con un porcentaje de participación muy similar.
En los comicios de 2012, con un 65,83% de participación, los jeltales reunieron 384.766 sufragios. 14.212 más que estas elecciones. Pero la diferencia es todavía mayor si se pone la mirada en las autonómicas de 2016, cuando el PNV logró 398.168 apoyos. 27.614 más que en el 21-A. Esto, comparado con los 20.594 votos que los jeltzales han ganado respecto a 2020, demuestra que los de Ortuzar no han mejorado realmente sus resultados, sino que han conseguido reactivar a esa parte del electorado que hace cuatro años se quedó en casa.
El auge incontrolado de Bildu
En la otra orilla, en la de los victoriosos -aunque derrotado en estas autonómicias-, está EH Bildu. La coalición soberanista liderada por Arnaldo Otegi logró el pasado 21-A los mejores resultados de su historia tanto en escaños, 21, como en votos, 341.735. Aunque esto no fue suficiente para lograr su esperado sorpasso al PNV y erigirse como la primera fuerza política de Euskadi.
Pero mirando al horizonte, las expectativas sonríen a la formación abertzale. Especialmente si se echa la vista atrás a su progresión desde su primera aparición en unas autonómicas en 2012. Aquel año, con la salida del Patxi López y tras el abandono de la lucha armada por la banda terrorista ETA, Bildu obtuvo 277.923 votos. Un resultado mayúsculo por el que obtuvo 21 parlamentarios y que ya le sirvió para posicionarse como una fuerza política de referencia en Euskadi.
Cuatro años más tarde, con la irrupción de Podemos, el globo de EH Bildu fue perdiendo aire, logrando 'solo', 225.172 votos. Pero desde entonces, con electorado plenamente movilizado, ni siquiera la pandemia fue suficiente para romper su progresión. De hecho, aquel año la coalición soberanista, con 249.580 fue la única que mejoró sus resultados respecto a 2016. Además, comparando los datos de estas elecciones con las de hace 8 años, los de Otegi han logrado 116.563 votos más.
Y esto no se debe solo a la casi desaparición de la izquierda confederal representada por Podemos y Sumar. De hecho, según Silvan&Miracle, está solo habría atraído a cerca de 14.000 votantes de este espectro político. Los demás, más allá de un pequeño porcentaje del PNV o del PSE-EE, provendría del electorado abstencionista que en esta ocasión ha optado por apoyar a la formación abertzale.
El PSE mejora, el PP pierde
Más allá de los dos principales partidos de Euskadi, si ponemos el foco en el PSE-EE y el PP, vemos que, aunque ambos han mejorado sus resultados respecto a 2020 -y así lo celebraron en la noche electoral-, el escenario de los dos partidos constitucionalistas es profundamente diferentes.
Los socialistas, con Eneko Andueza a la cabeza, pasaron de 10 a 12 escaños -aunque aún podrían perder dos con el recuento del voto CERA-, y lograron 27.412 votos más que hace cuatro años. Aquel año, en los comicios de julio de 2020, aún con la pandemia y el alto porcentaje de abstención, los socialistas vascos solo perdieron 4.172 votos. Aunque como indica Silvan&Miracle, el PSE ha logrado estabilizarse entre el 14 y el 15% del voto.
En su parte, el PP vasco fue, junto a Bildu, el que más creció en proporción a 2020. Aunque solo en el número de votos. Los de Javier de Andrés, con 97.149 votos lograron 36.499 más respecto a los pasados comicios. Cuando se quedaron en 60.650 apoyos. Sin embargo, este aún queda lejos de los 107.771 alcanzados en 2016.