Luis Ramón Arrieta, Secretario de la Comisión Económica del Consejo de Gobierno de la Universidad de Deusto

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Política

Luis Ramón Arrieta: “Hasta 15.000 personas fueron víctimas del impuesto revolucionario”

Luis Ramón Arrieta explica cómo el "impuesto revolucionario" de ETA afectó a la deslocalización de empresas y depósitos bancarios

Más información: Luis Ramón Arrieta: "Euskadi necesita un plan de recuperación tras el descomunal impacto del terrorismo de ETA"

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Luis Ramón Arrieta, exdirectivo de BBVA, investigador y secretario de la Comisión Económica de la Universidad de Deusto, analiza en El impacto económico del terrorismo: un análisis del caso vasco las consecuencias que el terrorismo de ETA dejó en la economía vasca. El "impuesto revolucionario" era una forma de extorsión que afectó a alrededor de 15.000 personas.

En este sentido, centenares de empresas, víctimas de atentados, secuestros y amenazas, decidieron trasladar sus operaciones fuera del País Vasco. Esta agresión provocó además una caída en el emprendimiento y a una situación económica precaria en Euskadi, una situación para la que, según Arrieta, se necesita un plan de recuperación económico.

— Luis, ¿qué era la extorsión del "impuesto revolucionario"?

— ETA utilizaba diferentes fuentes de información para identificar a empresarios y ahorradores con grandes depósitos y luego les enviaba cartas de extorsión exigiéndoles dinero. Alrededor de 15.000 personas fueron víctimas del impuesto revolucionario. 

— Según el Informe Foronda (2015) de la UPV, en los años más duros del terrorismo las empresas vascas sufrían un atentado cada tres días…

— Sí, en los conocidos como Años de plomo, las empresas vascas sufrían un atentado cada tres días. No hay ninguna economía del mundo que aguante tantos años seguidos estos ataques, agresiones y presiones. 

Entonces, las grandes empresas se vieron especialmente afectadas por el terrorismo y tuvieron que trasladar sus centros de operaciones desde el País Vasco hacia otras ciudades, fundamentalmente hacia Madrid. 

— Como Michelin…

— Sí. Michelin, tras el secuestro de dos directivos y el asesinato de un tercero en 1979 y 1980, decidió trasladar parte de sus instalaciones de producción y gestión sobre todo desde Lasarte  a Valladolid. De hecho, la factoría de Lasarte tiene hoy poco más de 350 empleos  cuando tenían alrededor de 3.500 empleos directos y alrededor de 3.000 indirectos. 

Además, en 1980, fue secuestrado el director general de Michelin en España. Le tirotearon en las piernas y le abandonaron en el monte. 

— Y, ¿en el caso del Banco de Vizcaya? 

El Banco de Vizcaya, que es parte de lo que hoy es BBVA, trasladó parte de su sede central a Madrid tras el atentado de febrero de 1983. En este atentado ETA puso una bomba en la primera planta de su sede principal de la Gran Vía de Bilbao y mató a tres empleados. Además, años antes, en 1977, ETA había secuestrado y asesinado a su consejero Javier de Ybarra y, en 1982, secuestró al consejero José Lipperheide. 

Por eso, a partir de este año, el Banco de Vizcaya, a la vista de lo que estaba pasando y por el riesgo de que el banco pudiera sufrir nuevos atentados, decidió trasladar sus oficinas centrales hacia Madrid. No lo hicieron de un día para otro, sino que lo fueron haciendo durante varios años.

— ¿Qué pasó con el Banco de Bilbao? 

— El Banco de Bilbao, que todavía no estaba fusionado con el Banco de Vizcaya, visto lo vista, también decidió ir trasladando departamentos hacia Madrid. ETA no provocó el 100% del traslado, pero sí podemos decir que trasladó prácticamente el 80% de estos dos bancos hacia Madrid durante aquellos años tan duros, los Años de plomo, cuando había casi centenares de muertos cada año. 

Luis Ramón Arrieta, exdirectivo de BBVA, investigador y secretario de la Comisión Económica de la Universidad de Deusto

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— También hubo una importante deslocalización de depósitos bancarios…

— Sí. En aquellos años no existía la Ley de Protección de Datos. En los años de Plomo, no existía el marco legal de la Ley de Protección de Datos. Ahora, para acceder a los datos de cualquier persona hay que cumplir con una serie de requisitos. No se puede acceder a los datos a menos que la persona te autorice para ello.

Entonces, el empleado tenía acceso a todos los depósitos del cliente en la oficina. Es decir, una persona iba a retirar fondos a su oficina bancaria y la persona que le atendía podía ver en el sistema no solo el dinero que quería retirar, sino todos los depósitos del cliente. 

Esto hoy es imposible. Hoy vas a una entidad financiera y solo puede ver todos estos datos el gestor personal, que es quien tiene autorización para ello. El resto de empleados solo saben si puedes sacar el dinero que quieres sacar. Por ejemplo, si quieres sacar 100 euros, el sistema le dice que tienes 100 euros, pero no sabe si tienes 100 euros o 100.000.

— ¿Aquí es dónde empezaba la extorsión?

— Sí. Y lo que conocemos como el impuesto revolucionario. En aquellos casos en los que el cliente tenía depósitos altos, apuntaban el nombre de la persona y su dirección y facilitaban el dato a ETA. Estas son las cartas que conocemos como impuesto revolucionario. Entonces, cuando las personas se enteraron de que estaban accediendo a sus datos decidieron trasladar sus depósitos fuera del País Vasco. 

— ¿Se conoce cuántas personas tuvieron que deslocalizar sus depositos? 

— El Banco de España facilita los depósitos bancarios por provincias. Aquí se puede apreciar que en los años 80 y 90,  en el caso del País Vasco, especialmente en Bizkaia y Gipuzkoa, hay grandes salidas de movimientos de depósitos. De hecho, en aquel entonces, yo trabajaba en el sector financiero y como experiencia personal vi casos concretos  que sacaban su dinero para llevarlo a otras provincias españolas para evitar sufrir una extorsión. 

Luis Ramón Arrieta, exdirectivo de BBVA, investigador y secretario de la Comisión Económica de la Universidad de Deusto

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— ¿Las empresas vascas siguen condicionadas para emprender?

— Sí. Durante años, los empresarios fueron víctimas de secuestros, asesinatos y extorsiones, lo que desincentivó el emprendimiento. Como resultado, la vocación empresarial se ha reducido hasta índices mínimos a pesar de que en los años 70 era una de las regiones más emprendedoras de España.

— Según el Global Entrepreneurship Monitor (GEM 2023) Euskadi es penúltima en emprendimiento… 

— Sí, somos penúltimos en emprendimiento. Además de la situación sindical complicada. Pero todo esto tiene mucho que ver con que la sociedad no sabe que tenemos una estructura económica muy mala. 

— Estamos creciendo muy poco en cuanto a empleo privado comparado con España…

— Estamos creando muy poco en empleo privado. El crecimiento del empleo privado en el País Vasco en los últimos cinco años ha sido el más bajo de España, con un 1,8%, en comparación con la media nacional del 6,2%. No estamos consiguiendo hacer crecer la economía vasca.

— Y esto tiene otras consecuencias…

— Efectivamente, la fuerte reducción relativa de población activa está generando un grave problema. Tenemos el mayor déficit de pensiones de España per cápita. Aunque las pensiones vascas son las más altas en cuanto a prestación, también son las que generan el mayor déficit del país. Por eso necesitamos hacer ese plan de recuperación económica que se hizo en Irlanda del Norte y que está teniendo muy mucho éxito.

— ¿Cuáles son las conclusiones de todo esto, Luis? 

El terrorismo tuvo un coste humano muy elevado, pero además, en el ámbito económico tuvo un coste directo de más de 25.000 millones de euros, pero más elevado si cabe de manera indirecta por el enorme daño estructural de la economía vasca. Se puede decir que el terrorismo quebró el modelo económico vasco, y hoy como no estamos resolviendo esta quiebra, seguimos creciendo menos, seguimos perdiendo tamaño relativo y necesitamos de forma urgente un plan de impulso económico.

Ahora tenemos que trabajar en lo que está en nuestra mano para poder mejorar la situación económica que tenemos en el País Vasco. Resolver estos enormes déficits estructurales como la pérdida de capital, pérdida de tejido empresarial, pérdida de empleo de calidad, pérdida de inversión… O sea, tenemos que hacer un plan para conseguir todo lo contrario.

Y, repito, el caso de Irlanda del Norte nos puede servir como ejemplo.