Rebeca Alfayat, actriz madrileña. Rebeca Alfayat
Rebeca Alfayat (30 años), actriz, sobre los comercios de más de 50 años: "Me da pena ver que los cambian por franquicias"
En la actualidad quedan poco más de 60 comercios centenarios en la villa, como asegura el Ayuntamiento de Bilbao. Con el paso del tiempo, los demás han ido desapareciendo y siendo sustituidos.
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En Bilbao cada vez son menos los comercios de los de "toda la vida" los que sobreviven. En una sociedad marcada por las tecnologías, las compras por Internet o las grandes cadenas, los comercios pequeños luchan por seguir vivos y mantener la esencia de la ciudad.
En la actualidad quedan poco más de 60 comercios antiguos en la villa, como asegura el Ayuntamiento de Bilbao. Con el paso del tiempo, los demás han ido desapareciendo y siendo sustituidos por franquicias o restaurantes.
Bilbao está de luto
Desde Pastelerías Urrestarazu hasta el bar Manila, la tienda de ropa para bebé, Calzados Zulueta, El Ángel, el bar Palas... Todos han bajado la persiana y siguen siendo recordados como lo que eran: comercios capaces de brindar alegría y dar vida a un Bilbao que, poco a poco, pierde parte de esa cercanía.
Sus escaparates y barras no solo mostraban productos, sino historias. La historia de un Bilbao vivo y repleto de vecinos que acudían a por "lo de siempre" y que ahora recuerdan en sus cabezas aquellos buenos momentos. La historia de los vecinos que buscaban un punto de encuentro en los bares y que los convirtieron en parte de sus rutinas.
La actriz madrileña, Rebeca Alfayat, no ha nacido en Bilbao. Ella es de Madrid, pero se considera una 'chulapa vasca', porque la capital vizcaína le ha conquistado y mucho. Su energía le "atrapó", confiesa para CRÓNICA VASCA, y ha estado cinco años obligándose a no volver a visitarla de nuevo porque sabía que, si volvía, no se iba a poder "marchar de la ciudad".
Dicho y hecho. Tras cinco años, la joven regresó a la villa y en mayo lo preparó todo para volver, otra vez, a Bizkaia. "No creo que sea algo personal con Bizkaia, creo que me enamora el norte. Me siento bien entre montañas, cerca del mar y los ríos", explica.
No puede evitar, sin embargo, sentir dolor por Bilbao después de ver el cierre de los comercios antiguos. "Es importante destacar que algo que me dolió al volver este año a Bilbao fue ver tantos comercios cerrados y cambiados por franquicias y tiendas de bisuterías por todas partes", lamenta.
"Han cerrado muchísimos comercios y me dio pena que eso no se cuidara y que tantas personas hayan tenido que cerrar sus negocios. Creo que es la personalidad y la esencia de los barrios", añade.
Sin embargo, todavía queda esperanza entre los vecinos de que aquellos bonitos recuerdos puedan materializarse de nuevo, como ya ha ocurrido con el restaurante Pentxo, que anunciaba su despedida a principios de año y hace unos meses volvió a levantar la persiana gracias a Diego Martínez, cliente habitual.
Los bilbaínos no dejan ir las cosas tan fácilmente, y mucho menos la esperanza. Poco a poco, los vecinos siguen recogiendo y mimando lo que en su día sembraron: el cuidado y el cariño de los suyos. Un Bilbao de toda la vida que, sorprendentemente, resiste contra las franquicias. A la villa no le hace falta millones para ser auténtica y grande: su corazón y su persistencia lo demuestran.