No vi cientos de turistas invadiendo las calles, no escuché hablar a voces en los bares, apenas basura o fumadores en las calles, los coches no circulaban con constantes acelerones ni hacían sonar el claxon para conminar a los ciclistas a hacerse a un lado y, sin embargo, Trondheim es una de las ciudades noruegas más joven y viva gracias, en buena parte, a los estudiantes universitarios.
Estos jóvenes, muchos de los cuales llegan para estudiar y al terminar la etapa se instalan definitivamente, componen la cuarta parte de la población de Trondheim, que ligeramente supera los 200.000 habitantes. Ellos serán los primeros en poder disfrutar con la apertura en los próximos meses de POMO, un ambicioso proyecto de museo de arte moderno y contemporáneo que dedicará más de la mitad de su presupuesto en compras a la adquisición de obras creadas por féminas. Al igual que el futuro Teatro, con el bar más grande de la ciudad, ocuparán el antiguo edificio de correos que ha salvaguardado la estética de primeros del siglo pasado.
La máxima aspiración es convertirlos en un nuevo polo tractor para el turismo, como para Bilbao lo fue el Guggenheim. Hoy por hoy, a Trondheim los visitantes llegan atraídos por el edificio religioso más importante de Noruega: la inmensa catedral de Nidaros, primer nombre que tuvo la ciudad.
A la catedral gótica más al norte de Europa, construida sobre la tumba de Olav II, acuden cada año miles de peregrinos buscando la sepultura del rey santo protagonista de sangrientas hazañas antes de convertirse al cristianismo. Aunque las vistas desde lo alto de la torre son realmente maravillosas, no consiguen eclipsar la belleza de esta iglesia, hoy luterana, en la que todo llama la atención: altura, rosetones, columnas, vidrieras, claustro o los tres órganos que acompañan en los conciertos que, con frecuencia, se celebran en su interior.
Junto a la catedral, en una coqueta plaza medieval, la sede del palacio del arzobispo se ha convertido en una atrayente galería museística y guarida de las joyas de la corona que, como cantaba Serrat, no se tocan ni tampoco pueden ser fotografiadas. Alguna que otra vez se vio por allí, sin corona, a la reina de Inglaterra quien aseguraba uno de los edificios del recinto conserva la habitación más bella de Noruega.
Difícil llevarle la contraria porque se trata de una estancia con pinturas en las paredes de la que pocos disfrutan ante el riesgo de que resulten dañadas. Sin embargo, el eterno enemigo de Trondheim ha sido el fuego que ha calcinado parte de la historia de la ciudad, edificada en madera. Uno de inmuebles más grandes del norte de Europa construidos en este material es el Palacio Real, casa de veraneo de la familia de Harold V; aunque no parece que el hijo de la princesa Mette-Marit , Sverre Magns, haya escogido Stiftsgården como residencia para vivir en la ciudad. No será por falta de habitaciones, 140, o porque no pase luz suficiente a través de los cientos de ventanas.
Por las calles circulan constantemente bicicletas y patinetes que no necesitan usar el ciclo-cable para ascender por una de las calles más empinadas. Todo en Trondheim está a una corta distancia caminando, incluso la fortaleza de Kristiansen, desde donde se ve el arranque del fiordo más largo de Noruega y a donde resulta sencillo llegar una vez atravesado Gamble Bybro, el Antiguo Puente.
Røros, el paisaje distinto de Noruega
Apenas dos horas en coche separan la primera capital vikinga de Røros , pueblo minero que la Unesco ha declarado Patrimonio de la Humanidad por su singularidad. Hace casi 50 años que las minas cerraron pero los 300 años de actividad han dejado como recuerdo montañas de desechos de cobre que ante las coloridas casas de los antiguos mineros, parecen oxidadas.
El tiempo no ha cerrado las cicatrices dejadas por la extracción del mineral que, por casualidad, fue descubierto en el siglo XVII por un observador granjero al percatarse de que tras la pisada estertórea del reno que había cazado saltaban chispas del suelo. Aquel descubrimiento cambió definitivamente el paisaje y la dedicación de los habitantes que abandonaron parcialmente sus granjas para instalarse a orillas del río Hyttelva, colaborador naturalmente necesario para el funcionamiento de la mina.
Esas casas están hoy ocupadas permanentemente por alguno del medio millar de habitantes de Røros o convertidas en segundas residencias. Las calles en las que vivían empleados de categorías superiores añaden al paisaje hoteles, tiendas y restaurantes que en invierno, pese a ser una de las zonas más frías, se llenan de visitantes que disfrutan del mercadillo navideño y aprovechan para lanzarse en trineo por las calles en las que Jane Fonda rodó "Casa de Muñecas" cuando la mina aún estaba en activo.
El antiguo edificio de la fundición, devorado en dos ocasiones por el fuego, es ahora un museo que muestra en vivo el pasado de Røros, aunque para ello lo ideal es visitar en las afueras la mina Olavsgruda.
Alojamiento
Sin temor a equivocarse, la mejor opción es Hotel Britannia que, además de haber sido reconocido como el establecimiento con el mejor desayuno de Noruega, alberga el restaurante Speilsalen con una estrella Michelin. Sin aspirar a tanto, el hotel que sigue siendo la casa de destacadas personalidades, dispone de distintas opciones gastronómicas y de spa.
Cursos de cocina
En Two Rooms and a Kitchen, los chefs ofertan cursos de cocina fomentando los ingredientes locales con los que ellos mismos elaboran sus menús.
Experiencias singulares
Nidaros Pilegrimsgård, hogar de peregrinos que pueden sellar sus credenciales, descansar o, como cualquiera que lo desee, disfrutar de deliciosos productos locales
En las montañas de Røros ,Vauldalen Fjellhotell facilita también alojamiento y comida a quienes trabajen en la granja. Oda Mari y su madre Jorid Skot proporcionan conversación y redescubren su tierra a través de los ojos de todos sus huéspedes