Las renovables vuelven a estar en el punto de mira. Apenas estrenada la legislatura y con controvertidas instalaciones proyectadas como las de Solaria, y otras encima de la mesa, muchos vascos miran ahora a la transición energética que Euskadi tenía planeada con recelo y cierta preocupación. Con su principal impulsora, Arantxa Tapia, fuera del Gobierno y el experto en energía, Mikel Jauregi, recién incorporado, su equipo deberá ahora enfrentarse a este gran reto y surcar el camino hacia la transición verde entre dos opciones: la continuista al plan de su antecesora o el debate y búsqueda de alternativas que encajen con las demandas de grupos sociales, ecologistas y hasta miembros del propio PNV.
El pasado 8 de febrero, tras meses a la espera y siendo una de las principales apuestas del antiguo Gobierno y, por tanto, de la consejera Tapia, el Parlamento vasco aprobaba la ley de Transición Energética y Cambio Climático de Euskadi. Lo hacía en tiempo y forma, con el respaldo del 82% de la Cámara vasca, y establecía como objetivo principal alcanzar la neutralidad climática en Euskadi para 2050.
Para ello, se marcaba fechas límites como lograr la reducción de emisiones del 45% en 2030 con respecto a 2005; que el ahorro en el consumo final de energía deberá ser, al menos, del 12% también para ese mismo año y un 37% para 2050, y que en un plazo de seis años, la participación en energías renovables en el consumo final de energía deberá ser al menos de un 32%. Unos objetivos que parecen quedar lejos de los que se pueden conseguir con los puntos de producción de energía renovables disponibles ahora mismo en Euskadi, y es que según Red Eléctrica, el año pasado el total de la electricidad de fuentes verdes generada en Euskadi fue de 881.358 MWh, la cifra más baja desde 2011.
Pradales y su transición energética “ordenada”
Si bien Pradales optaba por savia nueva para su recién estrenado - Gobierno prescindiendo así de Tapia- sí que continuaría esta línea marcada por la consejera en lo referente a la energía, llegando incluso a incluirla como uno de los cinco ejes sobre los que se sustentaría su acuerdo de Gobierno para los próximos cuatro años con el PSE.
Así, el lehendakari ya antes de su toma de posesión recalcaba insistentemente su apuesta por que la transición hacia un modelo social y económico respetuoso con el medio ambiente tuviese un papel protagonista los próximos cuatro años. Una transición que debería realizarse, tal y como apuntó Pradales sin dar más detalles, de manera “ordenada, coherente y realista”, teniendo en cuenta los costes de dicha transición, “no solo en el plano económico. La transición energética debe ser amable, con trámites burocráticos reducidos y sencillos, evitando la merma en la competitividad empresarial por la consecución de los objetivos comunitarios".
Más de 20 años de experiencia en energía
Para llevar a cabo este proceso, Pradales elegía a Mikel Jauregi como consejero de Industria, Transición Energética y Sostenibilidad, y lo hacía siendo consciente de su amplia trayectoria en el mundo de la energía, algo que se percibió como una muestra explícita del empeño del nuevo Gobierno por desarrollar este sector.
Y es que, aunque Jauregi es licenciado en Sociología, acumula más de 20 años de experiencia en el sector energético que le han llevado a trabajar en Reino Unido, EE.UU., Rusia, Angola o Brasil. Además, durante tres años ha sido miembro del consejo de administración de una de las principales empresas de desarrollo de energía solar en Europa y EE.UU Se trató de un "fichaje" del sector privado que en el momento de su elección como consejero trabajaba en Reino Unido como directivo en Centrica Plc gestionando proyectos de generación eléctrica y renovables.
Así, la apuesta del nuevo consejero por el desarrollo de la energía verde va más allá de su trayectoria, y es que se ha posicionado como uno de los ejes centrales en los que girará su departamento durante toda la legislatura; y así lo hizo saber en su discurso de jura de cargo, en el que marcó las líneas sobre las que iba a trabajar su equipo: “La ley de Transición Energética y Cambio Climático nos brinda una oportunidad que debemos aprovechar al máximo. Vamos a invertir en eficiencia energética en el ámbito industrial, agilizando el desarrollo de energías renovables y restaurando nuestra diversidad ecológica. Estos retos son muy complejos y requieren de colaboración continua y visión a medio-largo plazo”, explicó en su momento.
La complicada elección
Bajo este contexto, el nuevo consejero deberá gestionar esta transición verde entre dos líneas: la continuista de Tapia, una apuesta clara por el despliegue de la eólica y la fotovoltaica, o una en el que el debate y diálogo entre todos los sectores implicados en la instalación de estos parques estén presentes y tengan su papel. Y esta última parece sin duda la más complicada, al orden de los acontecimientos ocurridos estas últimas semanas y con los parques de Solaria como ejemplo.
Proyectados hace unos meses y recién finalizado el proceso de alegaciones, estos han recibido más de 50.000 quejas populares y numerosas alegaciones técnicas elaboradas por diferentes agentes sociales que se verían afectados no solo por los paneles solares, también por la línea de alta tensión. Agricultores, vecinos, ecologistas, y el propio PNV… Todos han sumado fuerzas para rechazar este proyecto y, han reiterado en múltiples ocasiones, que no solo se oponen a este, sino a el despliegue de energía renovable de esta manera.
A estas críticas, se les ha unido las de representantes del propio PNV. El primero fue el diputado general de Álava, Ramiro González, que mostró su reticencia hacia el proyecto abogando "por el sentido común" e insistiendo en que la energía debería producirse en el lugar más cercano posible al que se vierte a la red: "No tiene mucho sentido producir energía en Álava para verterla en Bizkaia, provoca una afección innecesaria", apuntó. A él le siguió la diputada de Medio Natural y Agricultura de Bizkaia, Arantza Atutxa, quien también instó a hacer “una reflexión sobre por qué una planta que se ubica en Álava debía recorrer prácticamente 100 kilómetros para evacuar la energía” en Zierbena, cerca del puerto de Bilbao.
Sin embargo, las críticas de estos dos representantes del partido jeltzale no se han quedado ahí, ya que a estas se han unido las de los alcaldes del PNV, Iñaki Urrutia (Abanto-Zierbena), Eugenio Mendikote (Zierbena), Saulo Nebreda (Ortuella) y Juan Andrés Iragorri (Güeñes) y las alcaldesas Rakel Larruskain (Galdames) y Ángela Egia (Godexola), que pedían alternativas al trazado de alta tensión que atravesaría sus municipios. Caras visibles del partido que se han posicionado en contra y que dejan a Jauregi el papel importante de decir cómo articular la ya tan polémica transición energética.