El guiso de lentejas es uno de esos platos que, aun siendo tan popular, sigue generando amores y rechazos en igual medida. La tradición dicta que es una comida humilde, de preparación sencilla, y muchos lo asocian a la cocina de las abuelas, como refleja el refrán “Lentejas, comida de viejas. Si quieres las comes y si no, las dejas”.
Y es que para muchos, las lentejas simbolizan una comida obligada de infancia, servida con insistencia en la mesa familiar, como si fuera un rito de aprendizaje. Este refrán subraya no solo su antigüedad sino también su estigma: son las lentejas, y no hay más opción que adaptarse a ellas o dejarlas de lado. Pero para quienes las aman, las lentejas son una tradición acogedora y cálida, una receta que sigue ganando en sabores y matices con cada generación.
A pesar de la sencillez que se les atribuye, las lentejas son, en realidad, un plato delicado que puede complacer a los paladares más exigentes, siempre y cuando se preparen con atención a los detalles. Este plato depende profundamente del cocinero y de cómo aborde su preparación, porque cada mano tiene su propio toque.
Hay una infinidad de variaciones en la receta, y cada familia parece tener su secreto o ingrediente estrella que distingue sus lentejas de cualquier otra. Algunas personas prefieren añadirles laurel para perfumar el caldo, mientras que otras optan por la zanahoria para aportar dulzor. Cada una de estas pequeñas variaciones convierte a este plato aparentemente sencillo en un campo vasto de posibilidades culinarias.
El pimiento choricero, ingrediente estrella
Muchos cocineros coinciden en que hay ciertos ingredientes que elevan las lentejas a otro nivel y las vuelven irresistibles para los paladares más sofisticados. Por ejemplo, el chorizo o el jamón son adiciones muy populares en la cocina española; sus sabores ricos e intensos se combinan maravillosamente con el sabor terroso de las lentejas. También hay quienes añaden costillas de cerdo, morcilla o incluso un toque de vino tinto para realzar el guiso. Estos ingredientes no solo aportan textura y variedad de sabores, sino que también llenan la casa de un aroma inconfundible y hogareño, que invita a todos a acercarse a la mesa.
En el País Vasco, la receta de lentejas lleva un secreto bien guardado y que venden en Eroski por 2,29 euros. Desde que llegué a esta tierra, he aprendido a preparar platos tradicionales con toques y matices que nunca habría imaginado.
Un día, mientras cocinaba un guiso de lentejas siguiendo la receta de mi madre, uno de mis compañeros me sugirió que probara a incluir pimiento choricero además del chorizo. Me aseguró que este ingrediente transformaría el sabor, añadiendo una profundidad inusitada al plato. Decidí arriesgarme y probar, a pesar de que nunca había oído hablar del pimiento choricero.
Qué es el pimiento choricero
El pimiento choricero es un ingrediente con un sabor intenso y característico. Según explica el portal gastronómico Directo al Paladar, este pimiento se deja madurar en la planta hasta adquirir su característico color rojo y, luego, se seca para ser utilizado en distintas preparaciones. Su sabor tiene notas dulces y ligeramente ahumadas que aportan un toque especial a los guisos. No se trata de un simple pimiento: su proceso de secado y maduración le da un carácter profundo que puede transformar cualquier plato en una experiencia inolvidable.
Tal y como explican en su artículo Pimiento choricero, el rey de los guisos de norte, la realidad es que el pimiento choricero atraviesa diferentes etapas, lo que permite diversos usos en la cocina. Como ocurre con otros pimientos, nace verde, y en esa fase juvenil se puede consumir frito, de manera muy similar a los famosos pimientos de Gernika, en Vizcaya, conocidos por su suavidad y sabor.
Sin embargo, cuando madura y se seca, se convierte en un producto de gran carácter, una especia concentrada que es como una esencia del sol y la tierra, capaz de dar vida a las recetas tradicionales de la región.
En la cocina, el pimiento choricero se puede utilizar en todo tipo de cazuelas y guisos, ya que añade un sabor profundo que transforma cualquier plato. Se suele añadir después de hacer el sofrito, momento en el que se combina a la perfección con el resto de ingredientes, dejando que sus notas complejas se expandan en el caldo.
Este pequeño truco, tan simple y a la vez tan efectivo, hace que cada plato de lentejas, de marmitako o de cualquier guiso tradicional se convierta en una experiencia que acaricia el paladar y lleva consigo un pedazo de la tradición vasca.