Cómo puede la derecha llegar al gobierno de España
La derecha española del Partido Popular tiene un problema. Se puede formular muy fácilmente: en el actual sistema de partidos, con la parte más ultra escindida en Vox, sus posibilidades de acceder al gobierno de España pasan por conseguir una mayoría absoluta por sí mismo, hacerlo junto a Vox o construir otro hueco político con las derechas regionales. Habría otra posibilidad, una especie de gran coalición con el PSOE, pero a día de hoy se antoja política ficción, incluso para ellos mismos.
Hay un dato previo que el PP por supuesto entiende bien y lo integra en su actuar político cotidiano, pero que cuestiona a beneficio de inventario: nuestro sistema político, como, por lo general, los europeos, se basan en un proceso democrático en dos niveles. En el primero, el que se llevó a cabo el pasado domingo, las personas con derecho a voto expresamos una preferencia política; en el segundo, los representantes elegidos en esa fase eligen presidente del Gobierno. En la primera de estas fases no existe, por decirlo así, comunicación política, cada persona expresa una voluntad que, por otra parte, desearía coincidente con todos los demás votantes. La comunicación política se produce solo en el siguiente nivel, el de las trescientas cincuenta personas elegidas para, como primera comisión, elegir a la persona que presida el Gobierno de España. Por ello es que el PP gobierna hoy en Canarias o Extremadura y por ello es que lo hizo en Madrid o Andalucía en la anterior legislatura autonómica: fueron los diputados electos quienes decidieron que así fuera y ello no solo es legal, es también lo legítimo. Lo que sería contrario a nuestro sistema es que tuviera que ser el partido con más diputados el que necesariamente formara gobierno.
Aclarado esto, volvemos al problema de la derecha española. Su primera opción, la mayoría absoluta del propio PP, es, hoy por hoy, un suelo guajiro, no parece realista que se vaya a producir. Tampoco parece probable que se produzca una suerte de gran coalición, sobre todo cuando el PSOE podría intentar buscar una mayoría de apoyos parlamentarios para formar un gobierno (perfectamente legal y legítimo; lo de conveniente ya es opinable).
Tampoco parece probable que se produzca una suerte de gran coalición, sobre todo cuando el PSOE podría intentar buscar una mayoría de apoyos parlamentarios para formar un gobierno
De modo que al PP se le abren básicamente dos opciones: o reintegra prácticamente todo el voto ultra en el partido del que salió hace ocho años, o cambia su discurso de manera que pueda entenderse con las derechas regionales. Ambas líneas forman parte de la tradición histórica de la derecha española, pero son incompatibles, como está experimentando precisamente ahora Alberto Núñez Feijóo.
La primera opción es la que preconizan voces muy potentes en el partido, como las de Isabel Díaz Ayuso o su mentora, Esperanza Aguirre. Se trata, básicamente, de hacer innecesario a Vox porque el PP es más voxista que ellos. En Madrid o en Castilla y León ha dado resultados variables pero en ambos casos resultando en un gobierno controlado por el PP. Por lo tanto es una vía ensayada y perfectamente factible. Tiene el “problema” de que no parece muy adaptada a la actual dirección del partido, por más que Núñez Feijóo se ha esforzado en hacer ese papel, al menos a ratos. La líder idónea para ello es, indiscutiblemente, Díaz Ayuso. Es decir, que esta vía, seguramente, requeriría otro cambio más de liderazgo popular. Algo estamos ya viendo en las reacciones al 23-J que apuntan en este sentido.
Tiene el “problema” de que no parece muy adaptada a la actual dirección del partido, por más que Núñez Feijóo se ha esforzado en hacer ese papel, al menos a ratos. La líder idónea para ello es, indiscutiblemente, Díaz Ayuso
La otra vía sería novedosa en el PP, pero no contraria a la historia de la derecha y del conservadurismo en España. Seguramente les llevaría más tiempo que la anterior (recuerden lo que le costó a Díaz Ayuso cargarse a la anterior dirección del partido), pero si finalmente hay gobierno Sánchez no sería mala inversión a dos o tres años vista. Consiste esta opción en rebajar el tono ultranacionalista español, fomentar el tradicional fuerismo de la derecha española y, con ello, entrar en una sintonía con las derechas regionales más fluida. No es una receta válida solo para Euskadi o Cataluña, sino que sería atractiva para muchas otras derechas de centro (o no tan de centro) que pueblan las Españas.
Esta otra vía al gobierno tendría para el PP también una doble ventaja añadida. Por un lado, no tendría que conllevar una dejación de españolismo sino una reformulación del significado del mismo (por ejemplo, poniendo en valor el artículo segundo de nuestra carta magna). Por otro lado, entraría a disputar al PSOE un terreno político en el que, hoy por hoy, está casi solo, el de la defensa de la nación como suma de formas de estar y no necesariamente de ser (que, al fin y al cabo, es lo que importa, como en Europa). Cierto que requiere una buena dosis de pensamiento innovador en la derecha, pero no será en ese ámbito por cabezas cabales y preparadas.