El lehendakari José Antonio Ardanza: la resistencia frente a ETA y la moderación junto al PSE

El lehendakari José Antonio Ardanza: la resistencia frente a ETA y la moderación junto al PSE CG

Opinión EL APUNTE DEL DIRECTOR

El lehendakari Ardanza: la resistencia frente a ETA y la moderación junto al PSE

El peneuvista fallecido consiguió mantener el poder para los jeltzales tras la dramática escisión de EA... Y siempre se caracterizó por ser un hombre moderado

8 abril, 2024 22:55

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Cuentan los que conocían a José Antonio Ardanza, lehendakari entre 1985 y 1999 fallecido este lunes, que era por encima de todo un buen hombre que contaba con la virtud imbatible de la sencillez. Y cuentan todos los que conocen algo la historia de Euskadi que este político llegó de rebote a la Lehendakaritza, a raíz de la guerra fratricida en el PNV que desembocó en la salida de Carlos Garaikoetxea y en la fundación de Eusko Alkartasuna. 

Los dirigentes peneuvistas Xabier Arzalluz y compañía pensaron en Ardanza, que había sido alcalde de Mondragón y diputado general de Gipuzkoa, para coger la 'makila' de mando del Gobierno vasco. Luego, en las elecciones autonómicas derivadas de la crisis por la renuncia de Garaikoetxea el PNV fue segunda fuerza, por detrás del PSE, pero Ardanza mantuvo el poder.

Nació entonces la tradición de pactos transversales entre peneuvistas y socialistas que años después recuperaría el actual lehendakari, Iñigo Urkullu... Ambos, con sus muchas diferencias, comparten ese estilo moderado de gobernar Euskadi, propio del alma peneuvista más pragmática. La diferencia es quizás que Ardanza tuvo que gobernar en tiempos más convulsos, con los años de plomo, primero, y la "socialización del sufrimiento", después, perpetrados ambos por ETA.  

En sus años en el Palacio de Ajuria Enea se desarrolló sobremanera el autogobierno vasco, merced a los traspasos de competencias acordados con el Gobierno central. Además, la economía de Euskadi se modernizó tras superar crisis no menores. Siempre con la amenaza del terrorismo condicionándolo todo, claro. 

Ardanza, único lehendakari de la democracia que descansa más allá de la vida, ya está en la historia por dos características que no por casualidad todos los partidos destacaban este lunes: su capacidad de diálogo con los rivales, que se tradujo en sus mentados pactos de gobierno con el PSE, y su posición firme frente al terrorismo de ETA, que se hizo patente con el Pacto de Ajuria Enea de 1988.

Su consejero más fiel, José Luis Zubizarreta, escribía en 'El Correo' tras conocer el fallecimiento que Ardanza se definía antes como demócrata que como nacionalista. Y destacaba que lo que mejor reflejaba su personalidad política era el citado Pacto de Ajuria Enea -firmado por todos menos por Herri Batasuna-, ese que después acabó sepultado por su propio partido al suscribir el Pacto de Lizarra -firmado por todos los nacionalistas, HB incluido-.

Para no caer en el elogio exagerado, ese tan típico cuando alguien muere, es justo decir que la firma peneuvista de Lizarra está íntimamente relacionada con el fracaso del Plan Ardanza, que buscaba el diálogo entre diferentes excluyendo a las formaciones colindantes con el terrorismo etarra. Y también es justo apuntar que cuando Arzalluz y compañía optaron por Juan José Ibarretxe como sustituto, el ahora fallecido dejó la política pero pasó a la presidencia de Euskaltel, lo que supone un ejemplo de puerta giratoria difícil de digerir hoy en día, hasta 2011. 

Hoy todos los partidos, incluido EH Bildu, donde está Sortu, heredero directo de HB, qué carambolas tiene la vida, elogian al lehendakari Ardanza. Ese buen hombre que tuvo que gobernar Euskadi en tiempos tenebrosos.