Promesas en verde
No sé si lo saben pero el Servicio Copernicus de la Unión Europea acaba de anunciar que la temperatura media mundial del último año es la más alta registrada en toda la historia. 1,58 grados por encima de la media previa a la época industrial. Esta cifra supone que en pleno 2024 hemos ya sobrepasado la cifra que el Acuerdo de París de 2016 pretendía evitar a toda costa, superar los 1,5 grados de calentamiento global. Creo que no somos todavía muy conscientes de lo que esto significa para nuestro futuro y también para nuestro presente o, mejor dicho, no queremos serlo. Hoy mismo oía a un analista económico explicar como parte de la inflación y la subida del Euribor del año pasado tuvo que ver con la falta de lluvias en Europa y lo que esto supuso de encarecimiento de los alimentos o de la energía, por ejemplo.
No sé si la campaña electoral vasca tiene ahora mismo una temperatura tan alta como la del propio planeta, más bien diría que transcurre a muy baja temperatura centrada en temas más que predecibles, y no por ello menos importantes, pero sin aportar, como era de esperar, nuevas propuestas o soluciones para el que, vuelvo a insistir, es el gran reto al que se enfrenta la humanidad en la actualidad y, por supuesto, también los vascos y vascas.
Se habla mucho de salud, la situación actual de Osakidetza así lo requiere, pero no he visto a ningún partido insistir en un aspecto central para mejorar la salud de nuestra comunidad: la prevención. Por si no lo saben, el 23% de las muertes que se producen en el mundo se deben a factores ambientales, según datos de la propia OMS (Organización Mundial de la Salud), más del 4% de las muertes estivales en Europa se deben a los efectos de las islas de calor urbana y la contaminación del aire es el cuarto factor de riesgo principal de muerte prematura en todo el mundo. ¿Se imaginan cómo podrían liberarse las consultas de la sanidad vasca si atendiéramos de manera decidida todos estos aspectos?
De lo que adolecen todos estos programas es de una estrategia clara que sitúe la transición ecológica como un motor central de la política vasca en los próximos cuatro años y, sobre todo, con la urgencia y dedicación que requiere resolver esta pregunta: ¿Cómo se va a posicionar Euskadi en el actual escenario global de cambio climático?
Este es sólo un ejemplo para constatar que la transición ecológica es un elemento central que incide de manera transversal en todas las políticas públicas y que, en ningún caso, se puede tratar como un departamento estanco en el que hay que incluir algunas medidas porque parece que ahora se lleva eso de “lo verde”. Para ser honesto he de reconocer que viendo la mayoría de los programas electorales de los partidos que se presentan a las elecciones vascas cada vez asume más protagonismo “lo verde”, evidentemente con notables diferencias hasta llegar al negacionismo absoluto al que nos tiene acostumbrados VOX, que aboga por la derogación de todas las medidas inspiradas en el Pacto Verde Europeo y en la Agenda 2030 e incluso habla de proteger al sector primario de la “burocracia verde”, quizás les gusta el calor y quieren que la temperatura siga subiendo aún más.
Estoy seguro de que todos los partidos dedicarán una de sus predecibles comparecencias diarias ante los medios a exponer sus propuestas en verde para estas elecciones y quizás puedan concretar más las buenas intenciones que reflejan sus programas electorales, con medidas tan ambiciosas como difíciles de conseguir como el 100% de energías renovables a corto plazo o el 100% de transporte público eléctrico para 2030. Lo que adolecen todos estos programas es de una estrategia clara que sitúe la transición ecológica como un motor central de la política vasca en los próximos cuatro años y, sobre todo, con la urgencia y dedicación que requiere resolver esta pregunta: ¿Cómo se va a posicionar Euskadi en el actual escenario global de cambio climático?
Estamos viviendo un momento de cambio global que requiere respuestas rápidas y adecuadas en la buena dirección. No se puede hablar de reindustrializar el país sin tener en cuenta el cambio hacía una economía circular y el abandono de los combustibles fósiles. No se puede hablar de mejores barrios en nuestras ciudades sin tener en cuenta las políticas de movilidad, la eficiencia energética de nuestras viviendas o la mejora de la infraestructura verde que nos rodea. Tampoco se puede hablar de soberanía energética sin concretar cómo vamos a acelerar la implantación de energías renovables en un territorio pequeño y con una alta ocupación del suelo.
La prueba del algodón “verde” no es fácil de pasar porque las contradicciones salen enseguida a la luz, pero lo que no se puede hacer es intentar resolver los nuevos retos con recetas del pasado
La prueba del algodón “verde” no es fácil de pasar porque las contradicciones salen enseguida a la luz, pero lo que no se puede hacer es intentar resolver los nuevos retos con recetas del pasado. Hecho en falta en todos los programas un elemento fundamental para subir a Euskadi al tren de los territorios que están haciendo del cambio climático una oportunidad para rediseñar su futuro crecimiento, como generar consensos transversales entre diferentes y, sobre todo, como concienciar a la sociedad vasca de que la transformación ecológica es la única manera de avanzar hacia un escenario de prosperidad.
Lamentablemente, soy consciente de que muy pocos vascos y vascas decidirán su voto el próximo 21 de abril fijándose en estas propuestas verdes. Yo, desde esta columna, les animo a comparar entre todos los programas y pensar como una u otra papeleta puede cambiar en uno y otro sentido la vida de cada uno de nosotros, empezando por lo que más nos importa, nuestra salud. No hagan caso de grandes titulares y eslóganes vacíos de contenido y exijan al próximo gobierno que salga de las urnas un verde auténtico.