Ortuzar acierta cuando dice que no ve que a la gente se haya caído un mito. Es cierto, no lo ve. O mejor, no lo mira. Prefiere fijar su atención en Bildu para ir desmontándolo poco a poco, implacablemente, y con una media sonrisa cuando aprecia como el principal partido de la oposición cae en todas y cada una de las trampas. Como diría Hannibal Smith: ¡Me encanta que los planes salgan bien!

La campaña contra la Ertzantza, la reacción (o falta de ella) ante la paliza a una persona por ser concejal del PP vasco, los ongi etorris de la vergüenza, o la rancia y extemporánea respuesta dada al Memorial de Víctimas del Terrorismo contribuyen a desenganchar a Bildu de cualquier posibilidad de liderazgo en la izquierda vasca y ya no te digo, de ganar unas elecciones.

Al ritmo que lleva Bildu, que ni se atreve a poner orden en casa, ni a asumir la factura ética de su pasado, corre el riesgo de diluir su ya ligero contenido de izquierda y quedarse básicamente en un partido agrario, escorado al esencialismo y, por lo tanto, cada vez más cercano al populismo de la extrema derecha nacionalista de cualquier latitud.

 

Al ritmo que lleva Bildu, que ni se atreve a poner orden en casa, ni a asumir la factura ética de su pasado, corre el riesgo de diluir su ya ligero contenido de izquierda

 

Por ejemplo, es difícil que Bildu pueda liderar una alternativa al PNV, con políticas energéticas opuestas no solo a las prospecciones de gas en Álava, sino también a la energía eólica que impide, digamos, la migración del pájaro pinto. O mientras se obsesionen con cuestiones menores como la reivindicación a ultranza de una soberanía alimentaria que solo los más pudientes se pueden permitir con tomates a seis euros. O mantengan una intransigencia suicida respecto a la gestión de basuras, una buena idea muy mal gestionada por esa confusa mezcla de ecowarriors de autocaravana, marijuaneros y negacionistas antivacunas que nutren sus filas. Por eso Andoni Ortuzar no ve que se haya caído un mito. Se lo puede permitir.

La alternativa al PNV, un partido que satura todos los tejidos de la sociedad no vendrá de una sola sigla. Y la confluencia progresista liderada por un mirlo blanco está hoy más lejos que la semana pasada. La falta de transversalidad de esa izquierda, disminuida por el apellido abertzale y lastrada por sus frecuentes errores y vergüenzas, tiene gran parte de la culpa.

 

Bildu es ETA. PSOE es GAL. PP es Franco. Podemos es Venezuela y Cuba. ¿Son o no son unos genios?

 

De esta manera, en Euskadi solo nos queda un partido limpio, impoluto y resplandeciente respecto a la violencia, el totalitarismo y la corrupción: el PNV. Y por muchos años. La ceguera voluntaria de la ciudadanía, de los historiadores, de los periodistas y de los opinadores así lo acreditan. Bildu es ETA. PSOE es GAL. PP es Franco. Podemos es Venezuela y Cuba. ¿Son o no son unos genios?

Imaginemos un apocalipsis jeltzale. Elucubremos que algún día, lejano eso sí, todo les explotase a la vez y en la cara. Que hubiera en Euskadi una fiscalía anticorrupción y las irregularidades y denuncias en oposiciones y contratos públicos fueran un goteo continuo. Y que una mañana un, por ejemplo, constructor cabreado denunciara el 3% y que tanto él como el militante del PNV elegido para pagar el pato tirarán de la manta. Soñemos… Pues ya les adelanto que, con la alternativa política que existe hoy en el paisito, es más que probable que ese PNV del futuro, con un enano de jardín como candidato, sacara por lo menos 28 parlamentarios. Y gobernara con el PSE-EE.

 

O, contra todo pronóstico, la gestión del PNV es impoluta e intachable, o los bildutarras incrustados en el aparato son como los tres monos en uno. No ven, no escuchan, no hablan. Es decir, cobardes. Que ya se intuía.

 

Para ganar al PNV hace falta valentía cívica, liderazgo moral, mucho tiempo y resiliencia y un manual de montaje (en este caso desmontaje) de la maraña existente. Se podría empezar por la ruptura de la omertá en las instituciones, en las empresas públicas, en los chiringuitos, donde la mayoría de los que no son del PNV, son de Bildu y hasta ahora han callado como tumbas. Así que o, contra todos los indicios, la gestión del PNV es impoluta e intachable, o los bildutarras incrustados en el aparato son como los tres monos en uno. No ven, no escuchan, no hablan. Es decir, cobardes. Que ya se intuía.