El historiador e investigador Juan Ignacio Rodríguez Camarero, natural de Ortuella (Bizkaia)

El historiador e investigador Juan Ignacio Rodríguez Camarero, natural de Ortuella (Bizkaia) Cedida

Política

Juan Ignacio Rodríguez Camarero, historiador: "Recuperar los restos de una víctima de la Guerra Civil es un acto de alegría"

Gracias a la labor del investigador e historiador, se han podido identificar dos de los cuatro cuerpos entregados en el Cementerio de Amorebieta

Más información: La búsqueda de fosas del franquismo en Euskadi: 392 víctimas exhumadas en el siglo XXI

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Juan Ignacio Rodríguez Camarero, investigador e historiador natural de Ortuella, ha contribuido a identificar dos de los cuatro cuerpos recuperados en la exhumación del cementerio de Amorebieta, cuyos trabajos concluyeron el pasado viernes.

Su libro, Concejo de Ortuella 1930-1940: República, Guerra Civil y Primer Franquismo, incluye un segundo apéndice con información sobre vecinos de Ortuella y víctimas de la Guerra Civil. Precisamente ese archivo documental ha sido clave para poder identificar a Jaime Iñiguez Nieva y Benigno Hierro Pinedo.

¿Cómo ha contribuido su labor como investigador e historiador a conjugar ADN de personas enterradas en la fosa común de Amorebieta?
Creo que primero hay que agradecer la labor tan importante que está desarrollando Aranzadi, que es quien hace el trabajo de campo; así como el de Gogora, que coordina y gestiona la base de datos de los ADN y sobre todo tipo de información de las víctimas de la guerra. Lo mío ha sido más bien circunstancial.
¿Cómo ha conseguido desarrollar esta lista?

Hace casi 30 años participé junto a otros compañeros en un libro sobre la historia de Ortuella y un vecino del pueblo nos dio una lista de 40 caídos en la Guerra Civil en Ortuella.

A raíz de esta lista empezamos a profundizar en el tema y cuando publicamos el libro (1995) obtuvimos una lista de alrededor de 150 vecinos vinculados a Ortuella de alguna manera, bien por nacimiento, residencia o por trabajo.

Y, ¿a partir de aquí?

Después, ya de manera individual, seguí trabajando en este tema. En 2015 hice un documental sobre la Guerra Civil en el que entrevisté a personas que habían vivido el conflicto. También incluí algunas fotografías de las víctimas que había logrado localizar por entonces, junto con la relación de nombres que conocía en aquel momento.

Es un trabajo vivo. Más tarde, a finales de 2023, cuando edité el libro sobre la República y la Guerra Civil en Ortuella, la lista ya sumaba 216 personas vinculadas al pueblo que murieron por causas relacionadas con la guerra: no solo caídos en el frente, sino también represaliados de ambos bandos, fallecidos en prisión, en el exilio, etc. Conseguí reunir unas 80 fotografías y toda esa información, tanto los datos como las imágenes, se la pasé a Gogora.

¿Qué datos se recogen en este archivo?

De algunos apenas tengo unos pocos datos, pero de otros he podido reunir mucha más información: dónde nacieron, en qué calle vivían, si estaban solteros o casados, cuántos hijos tenían, a qué se dedicaban, a qué partido pertenecían y cómo fallecieron. Estos datos figuran en el registro civil y en casos como los de Amorebieta puede resultar muy útil. 

¿Entiendo que esta es la vía alternativa cuando no se tiene el ADN de los familiares?

Sí. Cuando se lleva a cabo una excavación como estas y se encuentran los cuerpos, lo que se hace es cotejar el ADN con la base de datos, pero claro, solo con las muestras que existan en esa base de datos. Por este motivo, a pesar de que se hayan exhumado 127 cuerpos, solo cuatro han sido identificados. 

Entonces, ¿qué pasa? Que en la lista de Ortuella había unos cuantos que habían muerto en Amorebieta. Como sabíamos que algunos de los restos podían ser de ellos, buscamos a sus familias para que se hicieran pruebas de ADN. Al final, las pruebas de Jaime Iñiguez Nieva y Benigno Hierro Pinedo dieron positivo. Faltaba la prueba de la verdad, buscar el ADN y cotejarlo, y finalmente así fue. 

El director de Gogora, Alberto Alonso; la consejera de Justicia y DDHH, María Jesús San José, y voluntarios de Aranzadi en el cementerio de Amorebieta

El director de Gogora, Alberto Alonso; la consejera de Justicia y DDHH, María Jesús San José, y voluntarios de Aranzadi en el cementerio de Amorebieta Irekia

El cotejo sería la parte más científica, y la investigación la más histórica…

Claro. La búsqueda funciona de dos formas: una parte científica, que es comparar el ADN disponible, y otra parte de investigación, que es localizar a familiares que todavía no han dado la muestra para poder hacer esa comparación. Y esta ha sido mi labor: buscar a esos familiares mediante la alternativa disponible cuando no hay ADN disponible.

Si estas familias ya hubieran dado su ADN antes, habríamos obtenido esos positivos directamente, sin necesidad de recurrir a los registros documentales.

Es muy difícil cotejar el ADN…

Sí, porque muchas veces no sabes quiénes son y tampoco sabes dónde buscar. Y, otras veces, que incluso intuyendo quién puede ser, no tenga ya familiares. Ya no es simplemente que los familiares estén desarraigados del pueblo, es que a ces ni siquiera puedes recurrir a familiares para poder cotejar el ADN. 

Entonces, hay informaciones que se quedan perdidas y pasará con muchos de los cuerpos exhumados de Amorebieta, que nunca se sabrán quienes son. Nosotros tuvimos la suerte de que de los cuatro identificados dos podían ser de Ortuella y además estaban registrados en mi archivo documental. Aquí ayudó la lista en la que figuraba que algunos habían fallecido en Amorebieta en esa fecha. Solo faltaba el cotejo y así se hizo. 

En el caso de Benigno Hierro Pinedo no quedaba familia cercana a él ni tampoco ADN…

Eso es. En el caso de Iñiguez Nieva fue más sencillo, porque la familia ya había dado una muestra de ADN y se pudo cotejar. Sin embargo, en el caso de Benigno no quedaba familia directa, pero como coincidían las fechas y los datos, se podía probar.

Entonces, Gogora me llamó para investigar el caso, y descubrí que no tenía familia directa: uno había muerto soltero y la otra era una monja muy mayor. Investigué y localicé a un sobrino suyo que se hizo la prueba y dio positivo. Gracias a eso, Gogora pudo entregar los restos mortales de Benigno a la familia en Ortuella donde además me invitaron a intervenir y contar el proceso.

En este momento nos damos cuenta de que todo ha merecido la pena…

Sí. La escena era muy dramática, pero para mí era un momento de alegría. Teníamos ahí al lado una caja con los restos mortales de una persona que había muerto a una edad temprana y de una manera cruel, dejando una viuda y dos hijos pequeños. 

Mi familia y yo seguimos teniendo dos desaparecidos, un hermano de mi ama y un hermano de mi aita. Claro, mi madre nunca pudo llevarle flores a su hermano porque no sabía donde estaba, y esto mismo ha pasado con Benigno. Eso sí, conseguí que mi madre diese el ADN antes de que falleciese porque tengo la esperanza de encontrar a mi tío algún día. Y para mí, recuperar un cadáver, aunque sea así, tras una muerte tan dramática, es, en el fondo, un acto de alegría.

Le entiendo…

Sí. Yo creo que la familia de Benigno tiene que estar contenta porque se ha cerrado un círculo. El cadáver vuelve a su lugar de origen y la familia ya sabe donde están. Descansa tanto el difunto como la familia. Así, que lo que pienso es que tenemos que estar contentos de que se den estos casos.
¿Es tal vez la empatía y la vivencia personal lo que le acerca a la responsabilidad como historiador?

Por supuesto, primero como historiador, pero me toca lo personal. El hermano de mi padre llegó a Francia tras la Guerra y desde allí le escribía cartas a mi padre de manera regular, pero en 1943 dejó de escribir coincidiendo con la ocupación nazi de Francia. 

Mi padre también siempre tuvo la ilusión de saber algo de su hermano y se murió sin saber nada. Por todo esto, el conocimiento que tengo como historiador y en lo que me concierne en lo personal, para mí identificar un cadáver es un acto de alegría, y pone el punto sobre la oscuridad de una guerra triste, de muertes injustas y de unos cadáveres sin identificar y a los que hay que poner nombre.