Comunidad energtica de Urarte./Red de Comunidades Energticas S. Coop

Comunidad energtica de Urarte./Red de Comunidades Energticas S. Coop

Empresas

Así es la larga batalla entre las comunidades energéticas y las grandes eléctricas

Ollávarre es el último pueblo vasco en sumarse a este modelo de soberanía y sostenibilidad en un momento con nuevas normativas que, a priori, deberían de facilitar el proceso

20 febrero, 2023 05:00

La premisa de una comunidad energética local puede sonar sencilla: un bloque de pisos, pueblo, mancomunidad o ayuntamiento decide organizarse de manera abierta y voluntaria para generar, usar y gestionar sus propios recursos energéticos con renovables. Más difícil resulta ponerse de acuerdo en dar el paso y lo que realmente complica la tarea llega una vez tomada la decisión, cuando hay que lidiar con las eléctricas para acometer obras y lograr conexión a la red. En Ollávarre, último pueblo vasco en sumarse a este modelo de soberanía y sostenibilidad energética, lo tienen claro: “La resistencia del gigante a perder su posición de poder en el mercado pesa tanto que, incluso con las últimas medidas aprobadas para facilitar las cosas, toca pelear”.

La presión de la Directiva Europea en favor de las comunidades energéticas locales ha empujado a España a sacar dos regulaciones que, a priori, deberían de ayudar en el impulso de esta figura. La primera llegó en septiembre, casi de tapadillo, dentro de uno de esos paquetes de ayudas creados para aliviar el “impacto” de la Guerra de Ucrania. Desde entonces las distribuidoras están obligadas a solventar en dos meses cualquier trámite de conexión a la red, so pena de sanciones. “Pero aquí se puede hacer trampa, porque durante la obra las eléctricas van poniendo una traba tras otra”, afirma la comunidad de Ollávarre. Quizá las tensiones no son tan evidentes como tiempo atrás, cuando Iberdrola protagonizó sonoros encontronazos con el municipio de Zumaia o con la cooperativa Zubiak Eraikiz. Sin embargo, “el proceso se va dilatando con detallitos a veces absurdos y así no está claro cuándo empieza la cuenta atrás”.

La otra medida, lanzada en diciembre, trajo la ampliación de 500 a 2.000 metros de la distancia máxima entre las instalaciones de autoconsumo compartido. Ahora bien, este criterio solo se aplica en infraestructura sobre cubierta. Y eso es una faena para los ámbitos rurales. Lo explica Rafa Larreina, presidente de Red de Comunidades Energéticas S. Coop. “Los pueblos son más dispersos y las instalaciones se realizan sobre suelo. Por su parte, en los ámbitos urbanos la distancia es menos relevante: una comunidad de vecinos de una manzana no necesita los dos kilómetros porque todos sus integrantes están bajo las cubiertas donde se instalan las placas solares”, aclara. El argumento de la distancia se basa en evitar las pérdidas en el transporte, “pero teniendo en cuenta que las instalaciones están conectadas a la red y por tanto esa electricidad se va a distribuir en el lugar donde se produce, no tiene sentido condicionar que los componentes de la comunidad estén en un radio determinado”.

Comunidad energética de Castillo./ Red de Comunidades Energéticas S. Coop

Comunidad energética de Castillo./ Red de Comunidades Energéticas S. Coop

El espíritu auzolan empuja las comunidades energéticas en Álava

Para más inri, otros países como Francia o Alemania carecen de limitaciones en este punto. “Lo que ya sabemos: aquí las eléctricas tienen mucho poder. Igual que fueron capaces de poner el impuesto al sol, no les interesa facilitar el único modelo que nos permite ser propietarios de los básicos”, apuntillan desde Ollávarre. Esta comunidad tiene claro por propia experiencia que “Iberdrola sigue poniendo trabas para alargar tiempos y desanimar”. Pero también, y aquí viene el rayo de luz, sabe que “si el vecindario está convencido no hay quien lo pare”. Álava es buena prueba de ello. Según datos de Larreina, este territorio cuenta con 42 comunidades energéticas locales en diferentes fases de desarrollo y nueve realizadas: muchas si se tiene en cuenta que el Estado apenas suma 120. La proliferación, fundamentalmente en zonas rurales, “tiene que ver con la figura de los concejos, con esa tradición y práctica actual de trabajo comunitario”. El auzolan coincide con el espíritu y letra de la Directiva Europea en apoyo a las comunidades. Por eso, con más o menos piedrecillas, se va marcando camino.

Larreina recuerda bien lo que un día le dijo un presidente de Concejo con una comunidad energética: "Igual que gestionamos las suertes de leña, ahora vamos a gestionar las suertes de kilowatios;. De la gestión comunitaria de los montes se ha pasado a la gestión comunitaria de la electricidad. “Se trata de rescatar la electricidad y ponerla en manos de la gente, de ahorrar en las facturas de la luz y de cuidar el planeta, pues estamos hablando siempre de energía limpia, de energía renovable”, recuerda el especialista. Y además, en el proceso se construye comunidad.

Ollávarre lo vio cristalino casi desde el principio. Hace año y medio un vecino propuso una reunión informativa para tantear la posibilidad de crear la comunidad energética local. Fue Larreina y la gente quedó encantada. Al dar el siguiente paso, los interesados descubrieron el proyecto Ekiola que la Diputación plantea para administraciones locales. No les convenció y se decidió crear una asociación independiente que permitiera montar una comunidad totalmente soberana: “Vecinos y vecinas de Ollávarre por la sostenibilidad”. Bien asesorados, descubrieron que montar la instalación en tejados de edificios públicos podría traer problemas, así que se optó por comprar un terreno privado. “Y a partir de ahí fue seguir el procedimiento: presupuestos con varias empresas, subvención a IHOBE para las placas… E Iberdrola con sus trabas para tirar el cableado, que si por aquí puede pasar, por aquí no...”, explican desde el pueblo.

"No es solo el ahorro, es la soberanía, el cambio de modelo"

La inversión para sumergirse en este modelo de autoconsumo suele ser de entre 1.200 y 1.500 euros por contador. En el caso de Ollávarre, comunidad con 21 socios, ascendió a 98.000 euros: la instalación fotovoltaica se llevó la mitad y el resto, la compra de terreno, adecuación y obra civil. En un lustro la inyección quedará amortizada. A cambio, la factura actual caerá a la mitad. Y hasta dentro de 30 años no habrá que renovar las placas. La conclusión es que al pueblo le sale a cuenta, aunque “no es solo el ahorro, es la soberanía, es un cambio de modelo a todos los niveles: social, económico, medioambiental...”.

De hecho, los “Vecinos y Vecinas de Ollávarre por la sostenibilidad” tienen intención de aprovechar las grandes dimensiones del terreno para montar una pequeña instalación eólica “y trabajar en otros temas de renovables”. Pero eso será más adelante. Ahora, la mirada está puesta en lo que pasará dentro de semana y media. Ese es el momento previsto para al fin comenzar a generar y gestionar su propia energía, para ser una comunidad autosuficiente, unida por el bien común y aliada del medio ambiente. La perseverancia valió la pena.