Por fin el lehendakari, Iñigo Urkullu, anunció la fecha: las elecciones vascas serán el próximo 21 de abril, como por cierto desveló en exclusiva este periódico unos días atrás. Todas las elecciones son históricas por definición, pero en esta ocasión especialmente, porque existe una disputa por la hegemonía en Euskadi.
Son unas elecciones, por tanto, diferentes a todas las anteriores. Está claro que el PNV y EH Bildu van a copar más de dos tercios del Parlamento vasco. Van a acumular más de 50 de los 75 diputados. Eso ya ocurrió la pasada legislastura, pero en este caso ambos favoritos optan a ser la opción más votada. El Barómetro de Euskadi que aquí publicamos y casi todas las encuestas, incluido el promedio de las mismas que también aportamos en este periódico, apuntan a un empate técnico.
Se acaba así, por cierto, el ciclo de Urkullu, que ha sido lehendakari durante casi doce años. Ha sido un ciclo de estabilidad, sin grandes alharacas soberanistas y centrado en la gestión. Esa tranquilidad institucional ha sido bastante positiva, aunque se arrastren, eso sí, problemas estructurales de Euskadi como las que aquí venimos denunciando y que son manifiestamente mejorables.
Estas elecciones también se caracterizan por el gran desconocimiento que tiene la ciudadanía sobre los candidatos. Más de la mitad de los vascos no saben quiénes son los grandes aspirantes con opciones de victoria, Imanol Pradales, del PNV, y Pello Otxandiano, de Bildu. Esto hace especiales estos comicios porque, además, el saliente Urkullu gozaba ahora de más valoración y más grado de conocimiento que nunca.
A vuelapluma, todos los partidos se juegan mucho en estas elecciones. El PNV arriesga mucho precisamente por prescindir de su gran baza electoral, Urkullu, para apostar por la operación Pradales. La última encuesta antes de la cita electoral, publicada por este periódico, decía que los peneuvistas se recuperan y ganarían por la mínima.
Bildu está tocando con los dedos ser la primera fuerza política en Euskadi. Algo que sería histórico. Y para ello cuentan también con un gran desconocido como Otxandiano, que, eso sí, ha estado desde hace años en la sala de máquinas de la izquierda abertzale y, de hecho, es algo así como el delfín designado por Arnaldo Otegi.
El PSE tendrá la llave del gobierno: decidirá quién gobierna o, mejor dicho, con quién gobierna. E incluso, si los resultados se lo permiten, podrían pedir los votos para ser ellos quienes intenten gobernar. A la izquierda del PSE, se avecina desastre: Podemos y Sumar van por separado y eso se traduce en malos augures para ambos. El PP vasco tiene el camino expedito porque no tiene nada que perder. Y Vox sigue como partido marginal aquí...
En todo caso, quienes se juegan más en estas elecciones no son los partidos, sino que son, somos, los ciudadanos que vivimos en Euskadi. Somos nosotros quienes queremos que nos mejoren las condiciones laborales, la gestión de Osakidetza, el servicio de la Educación pública, el acceso a la vivienda, las ayudas a las empresas, la apuesta por las renovables, etcétera.
Son los problemas reales de la gente que, como ha demostrado el Sociómetro, no está preocupada por la causa independentista que consiste en separarse del resto de España. La sociedad no quiere construir muros ni fronteras, sino que ansía vivir mejor.
Esperemos, como venimos demandando aquí desde hace mucho tiempo, podemos ser pesados pero hay que insistir, que esta sea una campaña de propuestas y no esté marcada por el debate nacional que lo contamine todo de forma que parezca que en estas elecciones se juega la unidad de España o la supervivencia del Gobierno de Pedro Sánchez. Aquí se celebran simplemente unas elecciones vascas. Y lo que interesa es que los políticos hablen del futuro de la sociedad vasca.
En Crónica Vasca vamos a hacer un enorme despliegue para estas elecciones. Vamos a dar guerra, con encuestas, reportajes diferentes, entrevistas, análisis y muchas historias que contaremos. Sígannos porque no les vamos a defraudar.
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